lunes, 22 de junio de 2009

 

padre presidencial--> 2 de dos

viene de padre presidencial uno (ayer)


Cristina tenía una relación distante con el padre. Ella y Ofelia prácticamente lo ignoraban, y todos aceptaban eso. La única que lo recibía con un abrazo era Giselle. Con ella Eduardo era más afectuoso, aunque no demasiado demostrativo”, comenta un amigo de la familia.
Ese era un tema tabú en la casa. Pero aunque todos intentaban evitarlo, estaba siempre presente. “Ofelia jamás pudo olvidar la soledad de esos primeros años con su hija. Cristina jamás pudo superar la sensación de que su nacimiento no había sido programado”, relata un familiar que pide el anonimato.

Tal vez por eso Carlos Wilhelm, el abuelo materno de Cristina, fue la figura masculina de mayor peso en su infancia y juventud. El también mantenía una distancia feroz con su yerno. Entre ellos el pasado pesaba. Cuentan que el padre de Ofelia vivía en una construcción en el fondo de la casa de Tolosa, con una de sus hijas. Durante el día él se la pasaba en la vivienda principal, con Cristina. Pero se iba ni bien llegaba Eduardo, no
quería ni cruzárselo.
Pero más allá de los hechos del pasado, a Ofelia y Eduardo tampoco los unía demasiado el presente que vivían. A él nunca le interesó demasiado el fútbol ni la política. Era antiperonista acérrimo y festejó cuando derrocaron a Perón. Ella siempre fue fanática de Gimnasia y Esgrima de La Plata y una reconocida militante peronista y “evitista”.

“Más que discusiones, entre ellos reinaba una indiferencia total. Jamás los vi saludarse con un beso, ni hacer planes juntos. Sé que a Cristina la relación de sus padres la marcó mucho. Ella padecía todo esto, por eso estaba tanto tiempo fuera de su casa”, recuerda uno de sus íntimos.
Mi hermano era un señor. Siempre vivió orgulloso de sus hijas, y se preocupó para que nunca les faltara nada”, explica a PERFIL Sara Fernández, hermana de Eduardo y tía de Cristina.

—¿Por qué ella habla tan poco de su padre?

—Se dice lo que se quiere decir... Generalmente cuando un matrimonio se separa, los hijos escuchan una de las campanas, la de la madre.

—¿Ofelia y su hermano estaban separados?

—Formalmente no.
Reina Cristina. “Cristina renegaba de su familia. A veces siento que le daban vergüenza. Le molestaba el barrio humilde donde vivían, la casa adornada con flores de plástico y animalitos de porcelana... La incomodaba el fanatismo de su madre por el fútbol, y la simpleza de su padre colectivero. Por eso a partir de la adolescencia comenzó a construirse a sí misma, e intentó despegarse de su pasado”, comenta un íntimo amigo, que arriesga otra hipótesis para explicar por qué la presidenta electa intenta olvidar sus años platenses.

Los que respaldan esta sospecha, suman pruebas. Cristina no mostraba a su familia. Nunca festejó un cumpleaños con amigos en su casa, ni tampoco visitaba a sus parientes paternos. Como botón de muestra cuentan una anécdota. Un 31 de diciembre, pasó con unos amigos por la casa de sus tíos, una parada obligada antes de seguir con sus planes. Cuando llegaron estaban todos en musculosa, brindando con la damajuana arriba de la mesa. Quienes la acompañaban en ese momento recuerdan que Cristina se puso colorada, y después del beso de rigor, dijo que tenía que irse. Huyó.
“No le gustaba hablar de su padre porque era colectivero, pero en cambio con Cafferata hacía ostentación. Tengo grabado en la memoria cuando corregía a los profesores y les pedía que la llamaran Fernández Wilhelm al tomar lista”, comentó su compañera Graciela Balassini a la periodista Olga Wornat, autora de la biografía autorizada de CFK.

Lo cierto es que cuando a los 16 años Cristina se puso de novia con el rugbier Raúl Cafferata, empezó a codearse con un estrato social hasta entonces desconocido para ella. Pocos meses antes, la mayor de los Fernández daba otro paso clave: dejaba atrás las aulas del popular Comercial San Martín para formar parte del alumnado del Colegio de la Misericordia, donde cursó los tres
últimos años del secundario.
Algunos amigos todavía recuerdan lo que le costó convencer a Fernández padre para que se hiciera socio del exclusivo Jockey Club de La Plata. Sólo si él era aceptado, su mujer e hijas podían ingresar como invitadas. “Eduardo no quería, le parecía una tilingada. Finalmente accedió, pero jamás pisó el club.”

Esas preocupaciones de juventud parecen haber quedado atrás.
Sin embargo, aun siendo presidente de este bendito pais, el pasado de esa chica de La Plata, que paseaba en el asiento de adelante del colectivo de papá, inevitablemente seguirá estando presente.



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Comentarios:
Bhueeeeee,que pasadito,mama mia!!!!!!!!!!!!!!!!,y encima de los innombrables,puajjjjjj ty recontra puajjjjjjjj.-
 
Podra ser un puajjjj por mi gracias
 
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