jueves, 23 de julio de 2009

 

SEGUNDA ESTRELLA

El 16 de mayo de 1968 fue el día en que Estudiantes se consagró Campeón de América por primera vez en la historia, tras vencer al Palmeiras de Brasil en dos de tres oportunidades.
El primer partido se jugó en La Plata, el 2 de mayo, y Estudiantes ganó 2 a 1 con goles de Juan Ramón Verón y del “Bocha” Flores.
El segundo encuentro fue en San Pablo (Brasil), cinco días después de aquél primer encuentro. Esta vez, aún con un gol convertido por la “Bruja” Verón, Palmeiras venció al conjunto albirrojo por dos tantos de diferencia.
E
ste resultado, sin embargo, no definió la cuestión sino que indujo a tener que jugar otra instancia final, esta vez, en la ciudad de Montevideo (Uruguay) donde Estudiantes se impuso categóricamente al equipo brasilero por 2 tantos contra 0, resultado que llegó de la mano de las conquistas de Felipe Ribaudo y -cuándo no- de Juan Ramón Verón, máximo goleador albirrojo de la Copa América de ese año, con nueve goles convertidos.
De los 16 partidos jugados, ganó once, empató dos y perdió tres, convirtiendo 35 goles a favor y tan sólo 12 en contra.
Los once que iniciaron la hazaña albirroja fueron: Alberto Poletti, Oscar Malbernat, Alberto Aguirre Suárez, Raúl Madero y Hugo Medina; Carlos Bilardo y Carlos Pachamé; Felipe Ribaudo, Marcos Conigliaro, Eduardo Flores y Juan Ramón Verón.
De dichos protagonistas, podemos recordar una promesa pronunciada por Felipe Ribaudo unos días antes de la final: "... el 16 no puedo errar, ese día mi hija cumple 3 años y no puedo ni voy a fallar". Pero una molesta lesión puso en riesgo su participación -y sus palabras- en el partido definitorio. Pero su voluntad y sus ganas de estar presente en dicha instancia decisiva, fueron determinantes. "Un gol y una muñeca ", le había prometido a su hija antes de partir. Y así fue. Minutos después de la conquista, con su gol incluido y con la Copa entre sus manos, pensó un instante y recordó rápidamente aquella promesa que no sólo debió haber generado la felicidad de su hija, sino también la alegría indescriptible e interminable de una multitud de hinchas pincharratas...

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