miércoles, 25 de abril de 2012

 

>Martin Vestiga----penitenciarios

Después de unos días de descanso lejos de la ciudad, bastante distendido y con ganas de volver a las andadas, me fui a tomar un cafecito a un reconocido bar de la calle 47. Me ubiqué en una mesa frente en la vereda, pedí un rico cortado con una medialuna dulce y los diarios del día, cuando en un determinado momento, después haber leído las noticias, se acercó mi querido y amigo "Pilo", que me saludó afectuosamente y siguió su rumbo.
Ya un poco inquieto, había pasado más de media hora cuando se aproximó mi querido amigo RB, a quien invité a tomar un café. ”Qué gusto encontrarte, Martin”. “El gusto es mío”, le respondí. “Tanto tiempo, ¿te jubilaste?”, le pregunté. “No, no - me respondió-. Al comienzo de la gestión de Florcita lo pensé varias veces, pero con el correr del tiempo me di cuenta de que esta pibita no tiene idea de los que es el Servicio Penitenciario Bonaerense, imagináte vos que yo con el aval de Cesar, el Subsecretario, sigo manejando a mi gusto todo el sistema carcelario”.
“Tengo casi 34 años de servicio y mientras pueda voy a seguir, esto es más redituable de lo que te imaginás”. “¿El sueldo es bueno?”, le pregunté. “El sueldo es lo de menos. Martín”, respondió, y cerró: “En otro momento hablamos más distendidos, me voy a lo de mi amigo Garzalo, que tiene una cuentita pendiente, "Me comentó". Cruzó la calle e ingreso al local de las esquina donde venden ropa femenina.

Entonces miro para un lado y para otro y veo agazapado, mirando desde la esquina, a Carlos Esteban. “Martín, Martín -me gritó desde la esquina-. ¿Estás solo?”. “Sí, sí -le respondí-. Veníte y paga el café que prometiste”. Se sentó mi amigo, pidió un cortadito para cada uno y me interrogó.

- ¿Estabas con RB?


- Sí.

- Si le diste la mano, contá tus dedos, porque es una piraña.

- ¿Cómo anda todo, Carlitos?

- En lo personal, bárbaro. Te cuento un chimento: el viernes pasado allanaron la Unidad de Traslados de Detenidos, la unidad de "Pink Floyd". Estuvo el juez JPM y de a poco fueron llegando la jefa María Florcita, entre otras autoridades del SPB. Parece que aparte del combustible, los viáticos, la caja chica y las horas extras, también estarían dándole un destino diferente a los víveres que el que le tienen que dar.

- ¿Cómo sería eso?

- Alguno se lo lleva para otro lado, aparentemente hay una denuncia de los organismos de Derechos Humanos que fueron los que pusieron en conocimiento a la Justicia de las irregularidades. Ahí no queda nadie en pie si la Justicia cumple su objetivo, es como le dije el otro día a mi amigo Aimetta, “el último que apague la luz”.

Me quedé en silencio. Mi amigo siguió.

- Te cuento la última, Martin, y me voy.

- Dale…

- En Mar del Plata, en la Unidad 44, y por autorización del Juzgado, un interno salió a visitar al hijo recién nacido que se encontraba en su vivienda familiar. Desde la unidad salió acompañado por tres agentes penitenciarios. Al llegar al domicilio, según las autoridades, efectuaron una inspección en la casa, constatando que se encuentre todo normal. Una vez concluida, permitieron el ingreso del interno al domicilio, acompañado por un agente penitenciario (quien debía ejercer la custodia). Se acercó el papa al niño, lo tomó en brazos y se lo arrojó al custodio en forma violenta, y por supuesto el agente atajó, por así decirlo, al niño, mientras el preso escapó a toda velocidad saltando el paredón del fondo, donde lo esperaba una moto encendida para darse a la fuga.

- Es de película…

- Hasta el momento, Martincito, no han dado con el paradero del preso. Algunos involucran al jefe del complejo, dicen que le vendió la fuga por una módica suma.

- ¿Es habitual que pasen esas cosas?, pregunté.

- Mira, Martín, cuando hay malestar pasan esas cosas y otras como las últimas cinco muertes de presos, y encima son los que entrevistó Mariotto en las cárceles de San Martín…

- Carlitos, la verdad por hoy es demasiado…

- Y todavía tengo mucho más para contarte, pero lo dejamos para la próxima...

“Dale”, le respondí y me fui caminando, mezclándome entre la gente.

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