jueves, 3 de mayo de 2012

 

viene lilita-60 mangos per capita

“Martes primero de Mayo”, me dije antes de ayer, aburrido y solo en algún rincón de la ciudad, mientras preparaba el sistema digestivo para ir a comer un buen locro a la casa de unos amigos. Mientras me bañaba, sonó el maldito ruido del teléfono, que, cuando suena a esta hora, es siempre para traer malas noticias u ofrecerme promociones inválidas de autos cero kilómetros que nunca adquiriré.


“Hola”, atiendo desganado. “Hola Martín, soy yo”, me dicen del otro lado del tubo, mientras quedo pensando por el emisor del mensaje.
Ah, susurré al aire, mi inefable amigo Pedro José Lastrae, un inequívoco informante de esos que abundan pero no dañan.
“Disculpá que te joda en fecha tan patria, pero tengo un datito…, voy al grano: ¿Te suena Elisa Carrió?”
“Sí, boludo, más bien”, lo interrumpo.
“Bueno, parece que este jueves por la tarde va a venir a La Plata a tomar un café a un reconocido bar de la ciudad con ciudadanos comunes y militantes de lo que queda de su sector. Es una práctica que utiliza para empezar el operativo resurrección y que ya empezó a implementar en Capital Federal…, charlas políticas, bah…, pero el principal problema es que para tomar un feca con la chaqueña hay que desembolsar 60 mangos de una…, una especie de derecho de espectáculo para ver no sé qué espectáculo”, me dijo Josecito entre enojado y sorprendido.
“Ah sí, estaba enterado -le dije-. Sabía que las charlas en Baires las cobra más del doble de esa cifra”.
“Sí, claro Martín, pero yo me pregunto: si una señora que en un par de años perdió más de tres millones de votos, su partido arañó apenas los dos puntos porcentuales en las urnas y tiene cada vez menos soldados que le responden me cobra eso para escucharla con sus delirios cósmicos y vaticinios rengos, ¿cuánto debería pagar para escuchar en una charla a Cristina Kirchner, que sacó el 54, o al socialista Hermes Binner, el segundo mejor posicionado en octubre?
“Es cierto, Joseph, para cobrar esa guita al menos que te invite a una mateada, total, el precio de la yerba sigue por las nubes y es negocio… Igual, me cagaste la jornada, mejor me voy a llenar el buche que hace bastante frío para digerir este tipo de informaciones”, le respondí después de colgar el teléfono y calzarme los zapatos recién mandados a remendar en la zapatería del barrio.

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