viernes, 1 de febrero de 2013

 

otra de Marin Vestiga

Es cierto, acabé asumiendo resignado; en esta ciudad de parásitos a las sombra y pseudo-dirigentes conversos por doquier, cualquier situación se puede dar. Cansado ya de las peleas entre vedettongas del verano y del siempre contaminante hollín de la ciudad de las diagonales, opte por acomodarme en un bar, de esos que te sorprenden por precio, calidad, y servilletas escritas en claves misteriosas.
 Fue en ese contexto cuando me enteré, casi sin esperarlo, de que un autoproclamado referente kirchnerista con perfil semi-alto y aspiraciones desmedidas –de esos muchachos itinerantes, que hoy están en una oficina y mañana amanecen en otra, sin puesto definido- utilizó sus influencias para hacer entrar a la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) a una señorita llamada Paola.
 La joven, contenta de conseguir un empleo bien remunerado, asumió a viva voz en una charla informal que mantenía relaciones íntimas con el mencionado dirigente. Ella se define ultra k, y según también me contaron, a pesar de no ser muy agraciada, podría guardar atributos que no estén a la vista. Lo cierto es que la trastienda del poder, nuevamente, arrojó una historia de sábanas y favores que ya son moneda corriente en este y todos los distritos donde se respire política. Y, una vez más, el protagonista de este turno es un tal….Esteban Concia (me desliza, conocedor del paño, uno al pasar al oído).

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