jueves, 11 de abril de 2013

 

destileria ensenada

El 2 de abril, cuando la lluvia preocupaba a una gran cantidad de argentinos, ocurrió un hecho grave que no solo no se explicó suficientemente (aún), sino que demuestra el estado de coma institucional en el cual se encuentra la Argentina. Tiene que ver con la gravísima explosión en la destilería de hidrocarburos que se encuentra emplazada en la ciudad de Ensenada, cerca de La Plata. Como previo, es necesario hacer memora. Las lluvias de ese día, afectaron más que nada a Capital y Gran buenos Aires. En La Plata llovió en gran cantidad temprano, pero el desastre sobrevendría por la tarde de ese día. Los diarios en principio relativizaron la cosa, por lo menos en sus redacciones de ese 2 de abril a la madrugada. Ahora bien: ¿Fue solo un problema menor? ¿Pudo haber sido una tragedia mayor?
Improvisación, falta de control e inexperiencia de los que tomaron YPF
YPF, por lo menos su operatoria, fue tomada en apenas 24 horas, desplazándose la directiva que existía en la misma y ante una dudosa estatización de acciones mediante la cual los popes del equipo económico ad hoc oficialista maneja la economía, del joven Kicillof, a Moreno, y sus dirigidos. Luego, aparece el ingeniero Galluccio, sin que se haya resuelto aún los entuertos legales, menos aún quien pondrá un cobre en la empresa, todo en el marco de una “operatoria” bastante discutida. Un accidente de estos alcances hubiera sido impensado antes de la nefasta privatización promovida por el entonces presidente Carlos Saúl Menem y Néstor Carlos Kirchner (gobernador, y jefe de las provincias “lobbystas” por la privatización). La cuestión de la seguridad no era menor en la YPF de verdad, en la estatal, aquella que fundó el radicalismo en los 20 y la cual fue más o menos sostenida como estratégica, con sus bemoles por todos los gobiernos posteriores, hasta los fatídicos Menem y Kirchner. El siniestro de ahora, el incendio mayor, fue en el horno de coque, según testigos presenciales. Fue mucho más grave de lo que se difundió, y las causas serían el corte de luz que impidió hacer funcionar los motores que desagotan el agua. Hasta ahí, la explicación oficial. Al parecer existen bombas especiales (que no funcionaron), como tampoco lo hicieron los sistemas alternativos de inundación. Todo esto, lo trata de explicar gente que dice que se trata de un riesgo mayúsculo, una potencial explosión que pude hacer desaparecer Berisso y Ensenada. El mantenimiento de la planta no sería el mejor, y la inexistencia de sistemas eléctricos alternativos no solo puede redundar en una tragedia de miles de muertos, sino en la pérdida para el país de su mayor refinería. 60 años de trabajo acumulado de todos los argentinos, invaluable a esta altura de las acuciantes necesidades energéticas. Otra de las cosas de las que poco se habló fue de la terrible columna de humo que provocó el accidente, y de la nube tóxica que por casi ocho horas produjo grandes molestias a los ya inundados, dado que en Berisso y Ensenada la inundación golpeó y fuerte. La nube negra despedía una sustancia nauseabunda y negra, que producía mucho ardor en los ojos, confirmando los vecinos más cercanos, a cinco o seis cuadras, que era evidente que lo que se combustionaba era coque.
 Preguntas sin respuestas
Otra de las cuestiones que los platenses se preguntan es la relación entre la inundación y la explosión, las preguntas más frecuentes por estas horas son: ¿Porqué hasta en el centro de La Plata había manchas de petróleo en las paredes? ¿Por qué se quiso minimizar los rumores de la existencia de tres muertos, y cinco bomberos intoxicados en mal estado? En especial, cuando el gobernador habla de “otros muertos” pero no por la inundación, sin aclarar este evento. Otro de los testimonios hablaba de olor a combustible antes de la explosión, ¿qué relación existió entre ambos sucesos?

Si los bomberos que acudieron a apagar el incendio abrieron las famosas “compuertas” de la destilería
—conectadas con el Río de la Plata
—, ¿qué consecuencias pudo tener esto con la inundación que en esas horas, que se incrementaba minuto a minuto?
¿Qué daños ambientales se estiman?
¿Quién se ocupará de estos temas?
¿Existirá un informe de siniestro y de daño ambiental?
La Refinería de La Plata se ha convertido en una auténtica bomba de tiempo. El crecimiento exponencial de la Ciudad de La Plata y todas sus localidades y partidos aledaños hacen repensar la idea de la destilería, a esta altura del partido. No hay que olvidarse de la locura que significa la destilería de Dock Sud para Buenos Aires. El recuerdo de la explosión de una chata de carga en Puerto Piojo (Dock Sud) a mediados de los 80, hacen pensar que también Buenos Aires tiene un “bomba” debajo de sus enaguas. Lo concreto fue que, en medio del temporal, se registraron al menos ocho explosiones en las plantas de Coque y Toping —siete cortas y una larga— fue sólo una muestra de las consecuencias que el manejo amateur puede provocar. La falta de inversión y de seguridad, el abandono todos los sistemas de alertas preventivos, tanto dentro de la planta como de la población de los barrios que circundan al polo petroquímico, es una demostración que no alcanza contar con la “figurita cara” del Ing. Galluccio, sino que una empresa petrolera de la envergadura de YPF debería volver a los cánones de excelencia que supo tener hacer 30 años, y de lo que hoy solo parece un recuerdo. La magnitud del siniestro fue tal que todos los bomberos de La Plata, Berisso y Ensenada acudieron pensando lo peor: que una explosión total había ocurrido. La falta de personal para rescate de inundados se debió, asimismo, a que no había personal de bomberos de rescate disponibles, lo que dejó a cientos de vecinos librados a su propia suerte en lo que fue la peor tormenta que se recuerde en la historia de la ciudad. Como se dijera, una lluvia torrencial no es una causa común o eficiente para provocar tal incendio; YPF debe dar explicaciones. Basta imaginar qué hubiera ocurrido, con este esquema famélico de seguridad, si los 411 mm. que dice el Gobierno que cayeron lo hubieran hecho sobre la destilería, y no sobre la localidad de Tolosa, donde se concentró la lluvia. Hay serias dudas de que sea posible, en el marco de desfinanciación actual que sufre la petrolera, que puedan emprenderse obras que aseguren la destilería con el riesgo potencial consiguiente.  
La República perdida
Otra de las cosas que espantan es la quietud del Congreso, oficialismo y oposición. Habría que explicarle a este africanizado pueblo que quien en realidad gobierna es el Congreso de la Nación, y no el Ejecutivo, que administra, pero no gobierna. No se sabe de pedidos de informe, ni de qué piensan hacer las comisiones de energía de ambas Cámaras. Sería muy bueno que se saliera de la inercia, de la quietud, y se peguen una vueltita por Ensenada. La seguridad de casi un millón de platenses se lo agradecerá.

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