miércoles, 26 de junio de 2013

 

calefon solar platense

Un proyecto de extensión como marco, las energías alternativas como tema, y la solidaridad como motor, fueron los ingredientes con los cuales Diego Peña y Carlos Toledo, profesionales principales del Conicet, en el Centro de Investigación y Desarrollo en Ciencias Aplicadas (Cindeca) lograron unir la tarea científica con la escolar.
 El producto fue el desarrollo de un proyecto de calefón solar para escuelas rurales, que está en su etapa final de fabricación, para el cual se busca financiamiento.
 Docentes de química en el Colegio Nacional y de electromecánica en la Escuela Técnica Nº3 de La Plata, hicieron a sus alumnos una propuesta que implicaba trabajar de manera extra curricular en el laboratorio y el taller con el fin de ayudar a chicos de un establecimiento educativo rural.
 Todo comenzó hace más de una década en el Nacional, al implementarse un programa para que los estudiantes interesados realizaran prácticas en institutos de investigación. En este marco, en 2010 el tema a trabajar fue energías alternativas y los alumnos realizaron un relevamiento de la situación a nivel nacional para determinar en qué lugares serviría instalar un panel solar.
 Así, surgió la idea de desarrollar una pintura absorbente de calor para aplicar en un calefón destinado a la Escuela Primaria Nº15 de la localidad bonaerense de Ranchos, que no cuenta con agua caliente. El artefacto –que funcionará a partir de los rayos del sol- será construido por los alumnos de la Escuela Técnica.
Esta posibilidad se materializó en un Proyecto de Extensión otorgado por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), y los protagonistas de la historia pusieron manos a la obra sin perder tiempo.
 Los alumnos en el laboratorio, con el boceto del calefón solar Aprovechando su ámbito laboral, Peña invitó a Patricia Vázquez, investigadora del Conicet en el Cindeca, a sumarse al proyecto con su becaria María Celeste Gardey Merino, del Laboratorio de Investigaciones y Servicios Ambientales Mendoza (Lisamen, Conicet Mendoza), cuyo tema de tesis gira precisamente en torno a los componentes de este tipo de recubrimientos. “Yo trabajo en la producción del pigmento que llevan las pinturas solares, y que es su principio activo porque ayuda a absorber la energía que emite el sol.
 Para eso necesito obtener partículas de óxido de cobalto (Co3O4), las que fabrico a partir de una síntesis que se llama por combustión y que es bastante simple porque involucra pocos pasos y no necesita elementos de laboratorio costosos”, cuenta Gardey Merino, que tuvo dos encuentros con los 21 chicos y docentes para enseñarles el método.
 María Celeste Gardey Merino y Gustavo Lascalea, del Lisamen Con todos los cuidados y normas de seguridad necesarios, los alumnos del Nacional comenzaron su labor en el laboratorio para producir los cristales de Co3O4 que forman el pigmento. “Tuvieron acceso a rayos X y microscopía electrónica, y aprendieron a analizar los datos obtenidos”, relata Peña.
 Mientras tanto, los alumnos de Toledo construían un colector solar al cual se le aplicaría la pintura una vez preparada. Armaron una maqueta que captara la energía solar y realizaron ensayos para conocer su rendimiento en días soleados y nublados, y a diferentes temperaturas y horas. Se trata de un tanque de 4 litros con un serpentín de cobre por el que pasa el agua, expuesto a la superficie a pintar que a su vez debe apuntar hacia el sol. “En las pruebas de diciembre pasado, esta cantidad de líquido se calentó a 42 grados en dos horas y media. A medida que se quiere aumentar la capacidad, hay que adosarle más paneles solares”, relata Toledo.
Sus alumnos de la escuela técnica se encargaron de cada detalle para obtener datos lo más precisos posibles: diseñaron sensores para tomar la temperatura dentro y fuera del tanque, y también en las cañerías.
 Actualmente, el proyecto busca financiamiento para poder concretar la última etapa: comprar los materiales para que los alumnos de la Técnica Nº3 construyan el calefón solar donde se aplicará la pintura.
Después sí, finalmente, instalar el artefacto en el establecimiento de Ranchos. La respuesta. A pesar de la interrupción en el trabajo de los alumnos, Peña y Toledo están conformes por lo concretado hasta el momento y destacan el intercambio generado entre chicos con realidades tan diferentes. “Nos interesa que ellos tomen la posta y continúen”, señala Toledo, y sigue: “Mis alumnos se preparan para el trabajo y ven a la facultad como algo imposible. Entonces mostrarles un ámbito académico los hace ver que con capacidad se llega y se puede dar un paso más”. Peña, por su parte, asegura que “la extensión termina en los alumnos. Económicamente, quizá convenga comprar un colector solar ya fabricado, pero el objetivo acá es otro; mostrarles que pueden desarrollar habilidades que quizá ni ellos sabían que tenían, y concientizarlos de la importancia de ayudar al prójimo”. Los involucrados también destacan la simpleza de la técnica química utilizada. “Al llevar algo a lugares alejados con poblaciones vulnerables, los elementos deben carecer de complejidad y ser económicamente viables de obtener”, explica Vázquez. “El objetivo es solucionar un problema social a través de un proceso simple. Si no fuera así, no tendría sentido hacerlo”, concluye Gardey Merino.

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