domingo, 23 de junio de 2013

 

lero lero kretina

Apasionantes como en una buena película de misterio fueron las últimas veinticuatro horas que conmovieron a la Argentina política. Y como en toda buena película de misterio, el desenlace recién se conoció en la última escena. Actor y guionista al mismo tiempo, Massa armó una candidatura basada en la incógnita de si iba o no a lanzarse por afuera del cristinismo. Y fue extraordinariamente exitoso: consiguió que todo el mundo estuviera pendiente de él y evitó el desgaste que una postulación prematura le habría ocasionado. La fe kirchnerista en el triunfo electoral ha comenzado así a agrietarse.
Más que a agrietarse, a hacer agua. Según encuestas recién salidas del horno, Massa arranca con mayor intención de voto que cualquier propuesta del Gobierno, obligado éste a jugarse todo en Buenos Aires: sus candidatos también aparecen perdiendo en Santa Fe, Córdoba, Capital Federal y Mendoza. Buenos Aires representa casi el 40% del padrón y los otros cuatro distritos, el 30%. Cae granizo sobre la Rosada y Cristina quiere hacer creer que no pasa nada. Busca alivio culpando a los otros de las propias desgracias, pero no consiguió candidatos de arrastre ni tampoco sumó aliados para octubre: irán solos como una secta. Encima, la Corte acaba de imponerle un límite que desbarató la estrategia de nacionalizar las primarias con la elección de consejeros a la Magistratura. Estos fracasos y la edad deberían aconsejarle prudencia, pero se pasó la semana a los gritos contra los jueces, obsesionada por continuar una guerra perdida. Quizás en esos gritos pueden verse sus miedos y sus frustraciones. A Scioli, el otro gran protagonista de esta película, le calza como un guante una reflexión de John Lennon a su hijo: la vida es lo que te pasa mientras estás haciendo otros planes. Soporta desde siempre el maltrato kirchnerista sostenido en la creencia de que Cristina no será reelecta y que cualquier humillación será recompensada cuando se convierta en el heredero, aunque sea por default, porque la Presidenta no lo quiere o aun lo desprecie. Pero la irrupción de Massa le cambió de golpe la escenografía. Su opción era desafiar o seguir obedeciendo a Cristina. Era uno de esos momentos únicos en que importa no equivocarse. Pero es Scioli: fingió sumarse al peronismo no domesticado y acabó alineándose con el kirchnerismo, en lo que él explica como defensa de la gobernabilidad y otros simplemente en no animarse o en oportunismo puro. Ahora intentará no comprometerse en la campaña, pero si el cristinismo pierde él será uno de los mariscales de la derrota.

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