jueves, 10 de octubre de 2013

 

el pais sin moneda

La operación de la presidenta Cristina Fernández, y la evidente falta de materia gris en los funcionarios que quedaron a cargo del poder Ejecutivo, no hizo más que profundizar de forma exponencial la incertidumbre extrema que se vive en a economía. Una clara señal fue que ayer, prácticamente, no se podía conseguir un dólar por menos de 10 pesos en el mercado informal, por más que desde algunos sectores se informó que la verde divisa había cerrado a $9,73 pesos, 8 centavos más que en la víspera (ver página 4). La cotización de la moneda norteamericana es la consecuencia lógica de que los ahorristas siguen recurriendo masivamente a esa divisa para poder conservar lo que tienen, en un escenario donde la alocada emisión monetaria y la inflación han llevado a que nuestro país carezca de moneda.
Seguramente, muchos de los argentinos no vieron un dólar de cerca en su vida. Pero es la cotización del verde billete la que determina, en gran parte, muchas de las variables económicas que se sienten en el bolsillo de la gente, y que son la consecuencia de los desaguisados permanentes de las políticas oficiales. Hoy tenemos la moneda con el menor poder de compra del continente. Hasta los pesos bolivianos y los guaraníes paraguayos tienen más valor. Lo que estamos padeciendo no es un castigo divino. Tiene responsables, con nombre y apellido, empezando por la presidenta Cristina Kirchner que, por más que ahora esté convaleciente en la cama de un hospital, ha cometido errores y horrores que nos llevaron a esta situación, empezando por nombrar como responsables económicos a personajes que no tienen la materia gris suficiente para sacar al país del pozo, y que lo hunde cada vez más. Guillermo Moreno (secretario de Comercio), Hernán Lorenzino (ministro de Economía), Axel Kiciloff (viceministro de Economía) y Mercedes Marcó del Ponto (presidenta del Banco Central), junto con CFK, son la cara de la derrota. A ellos se les suma el hijo de la presidenta, Máximo Kirchner, que parece tener ingerencia en el gobierno, pese a que su única habilidad conocida es jugar a la play station. Nada tiene de malo que un muchacho de 36 años, con mucho tiempo libre, se dedique a los jueguitos electrónicos, el problema es que esa misma persona pueda decidir políticas públicas. Y esto no es gratuito: semejante nivel de improvisación repercute en la economía, al generar mayor desconfianza e incertidumbre en la población.

Los K nos están dejando un país con una inflación galopante, consecuencia de un aparato productivo desbastado y un gasto público improductivo y clientelar, que lleva a que se recurra a la emisión monetaria a mansalva para poder sostenerlo. Ahora bien, lo que está saliendo de la Casa de la Moneda es prácticamente cartón pintado.
Algunos números meten miedo. En el año 2012, el Banco Central aumentó sus pasivos monetarios (emisión) en $86.707 millones, de los cuales el 54,8% se usaron para financiar al fisco (47.495). Se estima, que cuando finalice este año, la emisión llegará hasta $82.702 millones, de los cuales $75.000 millones tendrán como destino al fisco, es decir el 90,7%. En otras palabras, hubo aumento interanual del 47,49% al 90,7%. No hay moneda que pueda resistir semejante despropósito. El problema para el gobierno, pero principalmente para los argentinos, es que los recursos para financiar semejante despilfarro ya no están. El país perdió más del 20% de sus reservas en lo que va del año, y la situación tiende a empeorar. Muchas veces las comparaciones son odiosas, pero también ilustrativas. En Brasil, en los últimos meses, se viven complicaciones en la economía. Pero prácticamente a ningún ciudadano de ese país se le ocurre salir a comprar dólares. ¿El motivo? Porque confían en su moneda (el real) y saben que más allá de las dificultades circunstanciales, tienen un país que produce con valor agregado, que genera trabajo genuino y que cuenta con uno de los mercados internos más importantes del mundo. Todo lo contrario sucede en la Argentina, donde la única actividad que hace ingresar divisas extranjeras es la actividad agrícola con escaso o nulo valor agregado que, para colmo, ahora está con la soga al cuello por tener un tipo de cambio que no es competitivo y por una presión fiscal asfixiante. Seguir por este camino nos está llevando al precipicio. Y, a esta altura del partido, se hace evidente que el cambio de rumbo jamás va a poder venir de parte de aquellos corruptos e ineptos que llevaron a que el país perdiera una oportunidad histórica, como es un mundo que demandó durante casi una década, como casi ningún otro momento de la historia, los alimentos que se producen en nuestro suelo. A su vez, por negocios oscuros, que solamente favorecieron a algunos amigos del poder, la Argentina fue esquilmada con los pagos de la fraudulenta deuda externa. Los dólares que hoy faltan en el país, son en gran parte los que durante una década fueron a parar a los bolsillos de los acreedores externos que se enriquecieron con una deuda ilegal, ilegítima y fraudulenta. Varias veces lo mencionamos en las páginas de nuestro diario, pero vale la pena remarcarlo: los 173 mil millones de dólares que el kirchnerismo le entregó en bandeja a los buitres de la deuda, hubiese permitido cambiar la historia del país en caso de haber invertido en el mercado interno.

Es mentira, como nos quiere hacer creer algunos sectores del poder político, que esté es el único camino posible. El Papa Francisco está demostrando, con acciones concretas, que el cambio es posible y por eso esta emprendiendo una modernización de la iglesia católica, que puede ser la más importante en siglos. En nuestro país contamos con recursos humanos e intelectuales de primer nivel que deberán ser convocado por algún proyecto superador que deberá aparecer, más temprano que tarde, para que el cambio pueda instrumentarse a partir de diciembre de 2015, cuando este gobierno cumpla su mandato constitucional. Mientras tanto, la mayoría de los argentinos se prepara para darle un mensaje contundente (a través de las urnas) a este gobierno prepotente, hipócrita y autoritario para que, en el tiempo que le queda en el poder, no siga cometiendo errores y compongan aunque una pequeña parte de todo lo que desarregló en la última década.

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