miércoles, 25 de diciembre de 2013

 

deterioro de las cuentas publicas

El Tesoro Nacional registró un déficit fiscal en noviembre, a pesar de la ayuda del Banco Central y la Anses, de acuerdo a los datos dados a conocer por el ministerio de Economía, donde informó que el anteúltimo mes del año finalizó con un déficit primario de 6.679 millones, de pesos, el más alto para dicho mes en décadas. En tanto, el resultado financiero (una vez descontados los pagos de intereses de la deuda pública) fue deficitario por un total de 9.469 millones de pesos, señala un informe de Management & Fit, donde se destaca que el Banco Central contribuyó, en concepto de utilidades contables por el ejercicio fiscal 2012, con 2.262 millones de pesos, mientras que las ganancias del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses aportaron otros 2.352 millones. De esta forma, según el trabajo de la consultora, las finanzas públicas continuaron deteriorándose en 2013. En lo que va del año, los ingresos totales se incrementaron un 31% anual, que se reducen al 27% si se excluyen los aportes del Banco Central y la Anses, varios puntos por encima de la inflación. Sin embargo, el gasto primario se elevó 34%, impulsado por los pagos de salarios y jubilaciones, subsidios económicos, transferencias a Provincias y obras públicas (estos dos últimos rubros con fuerte aceleración preelectoral).
De esta forma, el resultado primario acumulado es deficitario en 2.581 millones de pesos, mientras que el rojo financiero asciende a 38.856 millones de pesos. En el consolidado del año, Management & Fit estima que las finanzas públicas finalizarán con un déficit cercano a los 25.000 millones de pesos un 0,7% del PBI y un rojo financiero de 87.000 millones de pesos (2,9%) aproximadamente. Y ello teniendo en cuenta más de 60.000 millones de pesos (2% del Producto) de asistencia por parte del Banco Central y la Anses. Pese a esto, de acuerdo a la consultora, en términos comparativos, las finanzas públicas argentinas muestran un estado por ahora bastante saludable. Tanto el déficit fiscal como el nivel de endeudamiento público resultan relativamente bajos, sobre todo si la comparación se hace con países desarrollados. La mejora de los ingresos fiscales, debido a una suba en los términos del intercambio pero también al rápido crecimiento, permitió recuperar espacio fiscal a la par de un gasto público en ascenso. Argentina no fue ajena a este proceso, aunque, a diferencia del resto de los emergentes, “paga” su heterodoxia en materia de política económica con una prima de riesgo mucho mayor (es decir el riesgo país), lo que en parte explica la reticencia del Gobierno a tomar deuda de mercado. El problema con la política fiscal no es tanto el déficit, sino su financiamiento. Cuando los ingresos no alcanzan a cubrir los gastos, el Estado tiene tres opciones: endeudarse, imprimir dinero o una combinación de ambas. Claramente, sostener déficits indefinidamente no es sustentable, ya que, llevando las alternativas a sus extremos, se corre el riesgo de tener una crisis de deuda soberana (en cierto punto, lo que sucedió con la Convertibilidad) o una espiral inflacionaria sin control. Además, gracias al cepo cambiario, el exceso de pesos se canaliza hacia el dólar paralelo, tensionando el sistema financiero y socavando los esfuerzos del Banco Central para sostener su stock de reservas y acotar la brecha cambiaria. Desde 2009 a la actualidad, el Gobierno se recostó más sobre la impresión de dinero para cubrir el rojo fiscal, llegando al punto que toda la emisión de 2013 estará explicada por la asistencia financiera del Banco Central al Tesoro. Según Managemente & Fit, en este contexto, el Gobierno tiene pocas opciones: Aumentar la recaudación resulta complicado en un contexto de bajo crecimiento, presión tributaria récord y un marco social estresado. Endeudarse con el sector privado está prácticamente descartado, por lo cual el Gobierno parece dispuesto a tomar créditos únicamente de organismos multilaterales, aunque no alcanzarían a cubrir la totalidad del déficit. Por otra parte, contener el crecimiento del gasto público es algo difícil en términos políticos y económicos. Cerca de la mitad de las erogaciones corresponden a remuneraciones a empleados públicos, jubilaciones o subsidios a familias que se indexan por la inflación real.

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