viernes, 14 de febrero de 2014

 

ineptos

Después de siete años de mentiras, el gobierno nacional presentó ayer el nuevo Indice de Precios al Consumidor Nacional urbano (IPCNu), presionado más por las amenazas de sanciones del FMI que por el descreimiento en el que las estadísticas del Indec habían caído a nivel local. La medición resultó la más alta de América Latina (ver pág 4) y la mayor en once años, pero aún así, quedó por debajo del promedio general que relevaron las consultoras privadas: 3,7% contra 4,6%. Si se miente, que no se note (tanto) parecieron decir desde la Casa Rosada. El informe oficial detalló que mientras los alimentos y bebidas subieron un 3,3% en el período, el rubro con mayor aumento fue el de gastos para la salud (5,9%). Sí, justo ahora, cuando el país se encuentra en coma cuatro y la economía está para el infarto. Todos los rubros, sin excepción, subieron, y en el ranking de nuestros malabares cotidianos se ubicaron: indumentaria (0,8%); vivienda y servicios básicos (2,2%); equipamiento del hogar (4,3%); transporte y comunicación (5,4%), educación, 1,6%. Basta. La lista sigue, pero ya tenemos suficiente: no hay números que expliquen la experiencia diaria de ir al supermercado y ver que la plata no nos alcanza.
No representa una continuidad con el IPC anterior, sino que es cualitativa y cuantitativamente distintos, y su cobertura es nacional. Es nuestro primer índice de carácter federal", se justificó Axel Kicillof, envalentonado junto al director Técnico del Indec, Norberto Itzcovich, y a la directora del Instituto, Ana María Edwin. Al plantear una medición “de cero”, se pretende que los argentinos no tengan, durante un año, una referencia histórica para comparar la inflación. Cómo única alternativa, resta analizar la proyección a un año de los datos conocidos ayer, y la perspectiva no es buena. El 3,7% anualizado arroja un incremento de 54,6%, similar a la variación en los pasados doce meses del tipo de cambio oficial.
Las patillas largas, las patas cortas y la soberbia del funcionario pretendieron explicar ayer, en conferencia de prensa, por qué el gobierno no tiene ninguna responsabilidad en el proceso inflacionario actual. Los malos son ellos, dijo el primer ministro de Economía marxista y devaluador de los salarios de toda la historia de la humanidad; y apuntó a bancos, supermercados, medios, consumidores. Sí, usted también tiene la culpa. Ante la campaña kirchnerista que busca responsabilizar al sector privado, Sandra Gonzalez, de la Asociación de Defensa de los Consumidores y Usuarios de la Argentina (ADECUA), dijo a Hoy que “el Estado tiene una responsabilidad: la de estudiar las diferentes cadenas de comercialización para ver por qué el productor y el consumidor resultan ser los más perjudicados”, y luego tiene “la obligación de, con sus herramientas y la ley en la mano, aplicar medidas para reveer esta situación”. La razón profunda de la inflación tiene que ver con razones de economía básica. Cuando se destruye el aparato productivo como lo hizo el kirchnerismo, que castiga con una insoportable presión impositiva al que produce y hasta le cierra exportaciones reduciendo drásticamente la rentabilidad, el resultado no puede ser otro que los problemas de oferta. Es decir, cada vez se produce menos y, por ende, los precios suben. Si a ello se le suma una devaluación como la de enero, el cóctel es explosivo. Los errores del gobierno también fueron señalados por el Centro de Educación al Consumidor, desde donde destacaron a Hoy que “parece que de pronto, este año, nos hubiésemos despertado y la culpa fuese de las empresas. El gobierno se desentendió, diciendo: es culpa de ellos, nosotros no podemos hacer nada más que escracharlos”. La ineptitud tiene estas consecuencias. Años de políticas económicas equivocadas nos llevaron a una inflación galopante, una crisis que se siente en todo el país, y a un camino que comienza a sentirse cuesta arriba. Descendente, oscuro, un camino que ya conocemos demasiado. Y nosotros llevamos las mochilas de un gobierno que se resiste a admitir sus propias culpas.

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