sábado, 1 de febrero de 2014

 

un zorro en el gallinero

Mientras estamos viviendo la peor crisis desde 2001, el oficialismo no para de dar pasos en falsos. En ese contexto, debe inscribirse la designación del polémico empresario matarife Alberto Samid, que asumió como vicepresidente del Mercado Central en representación del gobierno bonaerense. En momentos en que se requiere de profesionales y técnicos capaces de comenzar a revertir los desastres de la política económica del kirchnerismo, se termina designando en un cargo clave a un representante de las peores prácticas que se deberían combatir. Sencillamente, es como poner a un zorro a que cuide un gallinero. Fiel a su estilo, el empresario, que adquirió fama mediática cuando trompeó en vivo y en directo al periodista Mauro Viale, dio sus primeros pasos como funcionario lanzando promesas muy poco serias. Dijo, por ejemplo, que sacará el Mercado Central “a la calle”, con locales y ferias donde supuestamente se van a vender carne con un valor 50% inferior a lo que se registra en los supermercados. Y, como si esto fuera poco, en un contexto inflacionario potenciado por la devaluación de la semana pasada, salió a decir: “Si Dios quiere, tendremos deflación”. No hay ni siquiera un indicio de que pueda llegar a bajar algún precio en la Argentina. Y más cuando el gobierno K, en lugar de corregir el rumbo que nos llevó a esta crisis, profundiza “un modelo” ya agonizante. Además, evidentemente, Samid no tiene la más pálida idea de lo que significa la palabra “deflación” que, según cualquier manual básico de economía, “es la bajada generalizada y prolongada (como mínimo, dos semestres) del nivel de precios de bienes y servicios”. Se trata de un fenómeno económico que suele responder a una caída pronunciada en la demanda, producto del deterioro del poder adquisitivo de la población, pudiendo tener consecuencias más negativas que la inflación misma ya que significa una parálisis total de la economía, el despido masivos de trabajadores y cierre masivo de locales comerciales por falta de ventas, etc.

En la Argentina, existió “deflación” durante los años 90, en el régimen de convertibilidad impuesto por el menemismo. En aquel entonces, Samid era asesor de Carlos Menem y se jactaba de tener rango de funcionario. Era, además, el proveedor de la carne en todos los asados de campaña del menemismo. En 1990, el matarife se alineó abiertamente a favor de Irak, que acababa de invadir Kuwait. Sus declaraciones fueron acompañadas por hechos: un cargamento de 140.000 kilos de carne burló el bloqueo dispuesto por la ONU. En aquel entonces, a diferencia de las invasiones que protagonizó EE.UU en 2003, prácticamente toda la comunidad internacional había condenado la agresión del régimen de Saddam Hussein a otro Estado soberano, como es Kuwait. Samid admitió que era quien había enviado dos Jumbo 727 con la carne. Y desde La Rioja, Menem (pese a no se le movía un pelo al mantener a corruptos en su estructura gubernamental), no tuvo otra alternativa que echarlo. El matarife siguió ocupando hasta 1991 su banca de diputado provincial para la que había sido electo en 1987. Tras vencer su mandato, se sumó de lleno a la Liga Federal que por aquel entonces comandada Alberto Pierri, presidente de la Cámara de Diputados nacional durante casi toda la era menemista. En esos años, además, Samid fue investigado por la entonces Dirección General Impositiva (actual AFIP) por una presunta evasión impositiva de carácter millonario. Samid se recicló en el kirchnerismo, como lo hicieron casi todos los menemistas. Y comenzó a defender, públicamente, todas las disposiciones de Néstor y Cristina que llevaron a que la producción ganadera atraviese por una crisis terminal. El apoyo no fue gratuito: la cadena de carnicerías del matarife se habría visto favorecida con jugosos subsidios, salidos del Estado. En ese sentido, no llama la atención que Samid haya sido un entusiasta defensor de cada una de las bravuconadas y aprietes que solía hacer el exsecretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. En definitiva, con funcionarios con estos antecedentes, difícilmente el país pueda salir a flote.

Uno de los episodios más escandalosos del menemismo fue cuando se utilizó “un diputrucho” para conseguir el quórum necesario que permitió avanzar con la venta de Gas del Estado. Corría el 26 de marzo de 1992 y se sesionaba en la Cámara de Diputados para aprobar el marco regulatorio de la privatización de Gas del Estado. Presidía la sesión Alberto Pierri, el entonces jefe político de Alberto Samid, y el PJ necesitaba 130 diputados para alcanzar el quórum. Se votó a mano alzada y al levantarse la sesión algunos periodistas percibieron que un intruso había votado. El impostor que se había hecho pasar por diputado era Juan Abraham Kenan, asesor de Julio Manuel Samid, el hermano del matarife. Kenan, no obstante, no fue el único intruso ese día. Había cinco más, que al no ser descubiertos en ese momento consiguieron escapar, todos colaboradores de diputados justicialistas. Esos diputados eran Felipe Solá, el salteño Carlos Romero; el mendocino Nicolás Becerra, el porteño Eduardo Varela Cid y el fueguino Carlos Manfredotti. Samid y Kenan fueron condenados a algunos meses de prisión en suspenso. Al ser interrogado, Kenan célebremente respondió que lo habían hecho sentar en una banca “porque estaba descompuesto”. En tanto, Julio Samid falleció en 1997.

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