domingo, 24 de mayo de 2015

 

agroquimicos : la plata mas peligrosa

Mientras el uso de químicos para la producción de alimentos genera cada vez mayor preocupación por sus efectos sobre la salud y avanzan las restricciones sobre ellos a nivel mundial, un informe sobre su utilización en nuestra provincia ubica a La Plata como la zona que concentra por lejos la mayor peligrosidad. Como revela el trabajo, la mitad de los productores hortícolas de la Región aplica productos de las más altas categorías tóxicas y algunos recurren incluso a insecticidas prohibidos desde hace años en el país, como es el caso del DDT.
El estudio, acaso el más amplio que se haya hecho sobre el tema en territorio provincial, le fue encargado por la Defensoría del Pueblo a investigadores de las facultades de Ciencias Agrarias y Ciencias Naturales de la UNLP a raíz del creciente número de denuncias recibidas por esa entidad. Se trata de un informe de más de 500 páginas que refleja los resultados de las encuestas a un centenar de productores a lo largo de todo un año de trabajo y que se puede consultar en internet.
Si bien la peligrosidad del uso de agroquímicos depende de la cantidad aplicada, y la toxicidad específica de los productos que se utilizan, este trabajo muestra que algunos modelos de producción son intrínsecamente peligrosos. Es el caso de los sistemas intensivos, que requieren muchos más agroquímicos y más peligrosos que los extensivos. De ahí que La Plata (que pese a su acotada superficie constituye uno de los principales centros de producción hortícola del país) presente un grado de peligrosidad muy por encima de lo normal.
Para darse una idea de cuánto, basta tener en cuenta que el índice de peligrosidad que le asigna el informe al cinturón hortícola platense supera en un 35 por ciento al que viene en segundo lugar, el partido de General Pueyrredón. Tanto en uno como en otro caso, el cultivo de tomate, ya sea bajo cubierta o al aire libre, aporta los mayores valores para que ambas zonas sean consideradas por los investigadores como un motivo de preocupación.
Pero “el problema no pasa por una planta en sí, como puede ser el tomate, sino por una forma de producirla”, señala el ingeniero agrónomo Santiago Sarandon al explicar que lo que más incide sobre hecho de que La Plata sea una zona de alta peligrosidad es el avance en ella de un modelo de producción basado en invernáculos. De hecho, se calcula que de las 3.709 hectáreas cultivadas en nuestro Partido, 775 están ya bajo cubierta, lo que representa unas 75.000 toneladas de hortalizas al año.
Titular de la cátedra de Agroecología de la Facultad de Ciencias Agrarias, investigador principal de la CIC y uno de los responsables de la investigación, Sarandon explica que “al artificializar los sistemas de cultivo, el plástico modifica las condiciones de temperatura y radiación lo que obliga a aplicar no sólo una mayor cantidad de agroquímicos sino también de mayor toxicidad que en los sistemas al aire libre. En algunos cultivos, como el tomate; se contabilizaron más de 60 productos químicos entre todos los productores entrevistados”.
De acuerdo con el informe, que involucró el trabajo de cerca de una decena de investigadores y alumnos de la Facultad de Ciencias Agrarias, “en todos los cultivos más del 40% de los productores utiliza principios activos que pertenecen a clases toxicológicas de extremada o alta toxicidad, lo que significa un alto peligro potencial. En el cultivo de acelga este porcentaje supera el 60%; en el de alcaucil, el 80% ; y en el de maíz dulce, alcanza el 100”.
Si bien “dentro del grupo de los cultivos bajo cubierta, el tomate y el pimiento presentan una peligrosidad notablemente mayor que el resto”, en el caso de “los cultivos al aire libre es el zapallo anco el que tiene potencialmente más peligrosidad”, advierte la investigación.
Aunque el relevamiento sobre agroquímicos refiere un uso habitual en la Región de al menos 60 principios activos entre herbicidas, insecticidas, fungicidas y fertilizantes, la cifra abarca sólo aquellos de uso legal. Los responsables de la investigación consideraron absurdo indagar a los horticultores sobre productos no autorizados, cuya aplicación ninguno iría a reconocer. Sin embargo la presencia de éstos productos no permitidos se hizo evidente al analizar el suelo de la Región.
En algunas muestras de suelo tomadas en el cinturón hortícola platense “detectamos DDT, un producto prohibido en nuestro país desde la década del noventa y que dada la dimensión que tiene la zona es un tema que habrá que controlar con mayor detalle”, dice el doctor Juan Carlos Colombo, director del Laboratorio de Química Ambiental y Biogeoquímica de la Facultad de Ciencias Naturales, investigador principal de la CIC y el otro responsable de la investigación.

El DDT (Dicloro Difenil Tricloroetano) es un insecticida que hasta hace cincuenta años se usaba en casi todo el mundo hasta que una investigación denunció que podía causar cáncer además de un enorme daño ambiental. A raíz de ello la Agencia Ambiental de Estados Unidos prohibió su uso en 1972 y lo mismo hizo nuestro país veinte años después. Pero lo cierto es al ser un método efectivo para controlar la malaria y la fiebre amarilla en las zonas tropicales, este producto sigue circulando, lo que explicaría su presencia en nuestra región.
Con todo, el
producto que más apareció en las muestras de laboratorio no fue DDT sino “endosulfán, un plaguicida clorado cuyas concentraciones más elevadas se registran en marzo, en coincidencia con la aplicación para el cultivo de soja; pero que también se lo detectó en el sector hortícola de La Plata”, comenta el doctor Colombo, quien explica que “como todos los clorados, no produce una toxicidad aguda, pero a largo plazo puede causar inmunodepresión y alteraciones en el sistema hormonal”.
Lo cierto es que la aplicación desmedida de agroquímicos que se registra en el cinturón hortícola platense no es un fenómeno aislado ni accidental; es más bien el resultado de un mercado que exige precios bajos y productos que se vean atractivos sin considerar el costo que eso tiene después, señalan los autores de la investigación.
“Cuando uno analiza los sistemas agropecuarios en profundidad comienza a ver que hay cosas que hoy resultan muy ventajosas pero que a largo plazo no lo son. Porque aunque no podamos observarlo a simple vista, el uso excesivo de agroquímicos produce un daño colateral que tarde o temprano nuestra sociedad va a tener que pagar”, sostiene Santiago Sarandon.
“Cada vez que
vamos al supermercado y elegimos llevarnos sólo esas frutas y hortalizas de aspecto perfecto estamos contribuyendo de algún modo a que sea así. Porque el productor se da cuenta de que esos son los productos que más salen, y que para brindar esa calidad, que en definitiva no es más que cosmética, necesita aplicar miles de litros de pesticidas que terminan en el aire, el suelo y las napas de la Región”, explica el investigador.
Por suerte, agrega, “este modelo de producción basado en el uso intensivo de agroquímicos no es el único. Existen otros modelos alternativos y nuestra Universidad está formando hoy profesionales capaces de poner en práctica esas alternativas productivas cuando se lo reclame la sociedad”. Para eso hace falta sin embargo que comiencen a conocerse los riesgos de la situación actual, un primer paso que parece haber dado esta investigación.

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