martes, 30 de septiembre de 2008
Diario de una cincuentona
Con motivo de mi trabajo sedentario y la consecuente acumulación de grasa en mi barriga, la empresa me ofreció un servicio de entrenamiento personal en un reconocido gimnasio. Lo acepté gustosa y hasta fui personalmente a hacer mi reserva. Me asignaron un personal trainer llamado Claudio, un increíble instructor de 26 años, modelo de ropa deportiva como pude observar en los afiches allí colgados. El me explicó que sería muy útil anotar mis experiencias en una ficha de forma de poder observar yo misma mi progreso. Así lo hice y quisiera compartirlo con ustedes.
Día 1:
Me levanté a las 6 de la mañana como habíamos quedado. Bastante difícil levantarse de la cama para ir al gimnasio, pero todo cambió cuando llegué y vi que Claudio estaba esperándome.
Parecía un dios griego: rubio, ojos verdes y una gran sonrisa, con unos labios carnosos y espectaculares. Me hizo un tour, me mostró los aparatos y me tomó el pulso después de 5 minutos en la bicicleta fija.
Se alarmó de que mi pulso estuviera tan acelerado, pero yo aproveché para atribuírselo a él, que estaba vestido con una mallita de lycra que no escondía nada...
Disfruté bastante viéndolo dar su clase de aerobics, después de terminar mi inspirador día de ejercicio. Claudio me mantenía motivada para hacer mis abdominales, a pesar de que ya me dolía mucho la barriga.
Día 2:
Me tomé dos tazas de café, y finalmente logré salir de mi casa. Claudio hizo que me recostara boca arriba, me puso a levantar una pesada barra de metal y después se atrevió a ponerle... ¡pesas! En la caminadora mis piernas estaban un poco debilitadas, pero logré completar un kilómetro. Su aprobadora sonrisa y su guiño cómplice hicieron que todo valiera la pena.
¡Me sentía fantástica! Era una nueva vida...
Día 3:
La única forma en que pude lavarme los dientes fue poniendo el cepillo sobre el lavabo y moviendo la cabeza a ambos lados encima de él. Creo que tengo una hernia abdominal. Manejar no fue nada fácil: de sólo frenar el auto me dolían hasta los pelos del culo, estacioné encima de una motito de delivery...
Claudio se impacientó un poquito conmigo por considerar que mis gritos de dolor molestaban a las demás socias del club. La verdad que su voz me resulta un poco aguda a tan tempranas horas de la mañana y cuando levanta la voz se vuelve nasal... es muy molesto.
Me duelen las lolas cuando me subo a la cinta, así que Claudio me cambió a la escaladora.
¿Le pregunté por qué mierda alguien inventa una máquina para hacer algo que se ha vuelto obsoleto con el uso de los ascensores?
El me dijo que me ayudaría a ponerme en forma y a disfrutar a pleno la vida.
Otra de sus pendejadas...
Día 4:
Claudio me estaba esperando con sus jodidos ojos verdes clavándomelos como un puñal y su burlona sonrisita al estilo Jack Nicholson en Batman.
No pude evitar llegar media hora tarde: fue el tiempo que me llevó acordonarme las zapatillas.
El muy cabrón me puso a trabajar con las mancuernas pero, cuando se distrajo, salí corriendo a esconderme en el baño.
Mandó a otro entrenador a buscarme y como castigo, me puso a trabajar en la máquina de remar y... se me escapó un pedo que escuchó todo el gimnasio.
Nunca pasé tanta vergüenza en mi vida.
Día 5:
Odio a Claudio más que a cualquier otro ser humano en el mundo.
Anémico de mierda, con esos labios con colágeno, medio macho sin cerebro.
Si hubiese una parte de mi cuerpo que pudiese mover le daria un par patadas por ese culo. . . !la puta madre que lo parió!.
Quiso que trabajara en mis batatas... ¡YO NO TENGO BATATAS! Y si no quiere que le caiga a coñazos, que no me pase las reputísimas barras o cualquier otra vaina que pese más que un sándwich...
La bicicleta fija me hizo desmayar y me desperté en la cama de un nutricionista, otro flaco pelotudo que me dio una cátedra de alimentación sana.
El desgraciado no tiene la más puta idea de lo que es tener hambre.
¿Por qué no me pudo tocar alguien mas tranquilo, como un maestro de costura o un estilista?
Día 6:
El muy hijo de puta de Claudio me dejó un mensaje en el contestador con su vocecita de mariquito preguntándome. . . por qué no viniste hoy?
Sólo escuché su voz y tiré el teléfono al carajo, pero luego no tenía la fuerza suficiente ni para levantarlo, ni para levantar el control remoto de la tele, así que me aguanté 11 horas seguidas viendo un sólo canal de cable.
Maldito National Geographic, me tuve que aguantar una de pajaritos apareándose y a mi que no me cogen hace días.
Día 7:
Le pedí al chofer de la camioneta de la Iglesia que me viniera a recoger para ir a misa y agradecerle a Dios que esta semana haya terminado.
También recé para que el año que viene la empresa me mande a algo un poco más divertido: una endodoncia, un cateterismo, una mamografía...
Etiquetas: humor
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