jueves, 29 de julio de 2010

 

El bosque de los desmontes y los robos


El año pasado robaron la tropilla de caballos de los guardaparques y nadie la repuso. Los propios cuidadores dicen que están incomunicados y que ya no pueden controlar las talas cada vez más crecientes dentro de áreas supuestamente protegidas. Desde su expropiación, el parque perdió cerca del 80% de sus tierras

Son tan diversas las 10 mil hectáreas del Pereyra Iraola que encierran demasiadas cosas en un solo parque. Son selvas de bosques que sobreviven en las márgenes de los arroyos. También quintas donde trabajan y viven 200 familias. Bañados impenetrables. La Escuela de Policía. Cascos de estancia que todavía recuerdan los tiempos señoriales en que se criaban vacunos de alta selección o el refugio solitario donde las antenas del IAR se ocupan de escuchar el cielo. Desde 1949, año en que el presidente Perón expropió esas tierras con la idea de convertirlas en el principal pulmón verde del Gran Buenos Aires, los casi 60 años de vida del Parque Pereyra Iraola vieron reducir su predio, a través de usurpaciones y cesiones oficiales, en casi el 80%. Hoy quedan 900 hectáreas destinadas al uso público y cerca de 5 mil a la exclusiva preservación de su ecosistema. Sin embargo, los propios guardaparques admiten que no tienen ni equipos ni gente suficiente para evitar los desmontes repetidos que sufren las tierras. Y su diagnóstico es simple: el parque está cada vez peor. La superficie concreta del pulmón es de 10.248 hectáreas y se pueden determinar en él dos zonas bien diferenciadas. La primera es una larga faja que va de noroeste a sudoeste bordeando el Río de la Plata con el nombre de "baja terraza" y en cuyo albardón se desarrolla la Selva Marginal de Punta Lara. La segunda se halla ocupada básicamente por forestaciones, plantas de cultivo, áreas donde se encuentran especies nativas de los pastizales pampeanos y zonas donde crecen bosquecillos exóticos naturalizados y bosques implantados con semillas que el propio Faustino Sarmiento trajo desde Australia. Para proteger las casi 5 mil hectáreas de esos bosques donde se levantan las estancias Santa Rosa (área recreativa destinada al público) y San Juan (área de reserva), el ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia dispuso que haya actualmente 8 guardaparques. "No tenemos teléfonos, radios de comunicación ni vehículos. Ni siquiera nos dan uniformes. Hasta el año pasado teníamos nuestros caballos, pero robaron la tropilla y nunca más la repusieron". Quien enumera los problemas es Alba Alé, una de las guardaparques del predio y quien, además, admite que poco y nada pueden hacer ellos para evitar las atrocidades ambientales que se repiten desde hace tiempo en el Pereyra. Cada uno de los cuidadores cumple 48 horas semanales distribuidas en los 7 días de la semana. Para ilustrar la debilidad de este cuerpo, Alba reconoce que, a veces, cuando hay un solo cuidador que lo único que puede hacer es una simple guardia en la base, nadie se ocupa de recorrer el predio ni de proteger lo que, por ley o sentido común, debería ser protegido. Pese a que sabe bien que el deterioro del predio es histórico y las pérdidas por entregas oficiales tienen varios años en el Pereyra -en la década del 90, sin ir muy lejos, Alba recuerda que el entonces ministro Carlos Brown cedió unas quintas del parque ubicadas sobre la ruta 19, detrás de la estación Villa Elisa, para que se hiciera un barrio militar-, para ella la peor decadencia de este pulmón verde es la que se atraviesa actualmente y, vaya paradoja, comenzó a principios de 2008, cuando la Unesco lo declaró Reserva Mundial de Biósfera. A partir de ahí, cuenta, el abandono fue creciendo y las talas y desmontes indiscriminados comenzaron a ser moneda corriente en las márgenes de sus arroyos. ALGUNAS CESIONES Clic para ampliarCompartida por el Ministerio de Asuntos Agrarios bonaerense y el Organismo Provincial Para el Desarrollo Sostenible (OPDS), la protección del Parque se divide según las zonas. Una de esas zonas está formada por las 900 hectáreas que componen el sector destinado a la recreación del público. Aunque ningún funcionario de Asuntos Agrarios quiere hablar personalmente sobre la situación del parque, voceros de esa cartera precisaron esta semana que el espacio público del predio "se redujo en su momento 600 hectáreas por la Escuela de Policía, la escuela de tropa y el Instituto Argentino de Radioastronomía. Al ECAS se le dio 200 hectáreas y al EBAS, 5". Al margen de estas precisiones -y atendiendo que cesiones como las realizadas al ECAS o al EBAS forman parte de la idea primaria del Parque-, un trabajo realizado por la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia indica que, ya hacia 1985, las áreas destinadas al uso público recreativo en el sector de la estancia Santa Rosa habían decrecido en 64% respecto a 1959, y que las cesiones en beneficio de organismos e instituciones alcanzaban las 8 mil hectáreas. Algunos ejemplos de estas cesiones son las 520 hectáreas que se le entregaron a la Escuela de Policía Juan Vucetich, las 2.700 hectáreas que recibió la CEAMSE, las 500 hectáreas que se le dieron al Ministerio de Asuntos Agrarios o las 407 hectáreas que la gobernación de Antonio Cafiero le dio a la papelera Massuh en 1988 para un proyecto de forestación industrial y que ahora, dos años después de que se cumplieran los veinte años de cesión, son reclamadas por la Asociación de Medieros y Afines (ASOMA) para instalar allí su actividad hortícola. En la investigación de la CIC, encabezada por el arquitecto Julio Morosi, se pone especial énfasis en que "la gravedad de las cesiones" dadas a lo largo de los años no reside únicamente en el elevado número de hectáreas sino, sobre todo, en "el grado de compromiso ambiental que involucran algunas de ellas". Ya en ese informe se alertaba sobre las "consecuencias degradantes al medio natural" por actividades extractivas, contaminantes y depredatorias que se venían realizando en el Pereyra. Un claro ejemplo de estas cesiones depredatorias, según técnicos que avalaron el informe, son las 1.530 hectáreas que recibió la Armada en su momento. Las tierras se reintegraron hace unos años, pero después de que la institución militar realizara una explotación de tosca que, según especialistas de la UNLP, dejó en la superficie del Parque un daño ambiental irreversible. También desde el OPDS se cuestiona la naturaleza de estas entregas, y desde su página oficial se detalla la problemática al mencionar que el Parque ha sufrido con el correr de los años "cesiones a organismos que no han formalizado la posesión", como así también "cesiones con propósito definido a entes que han desvirtuado la finalidad prevista". Sin embargo, consultados sobre este tipo de ataques, desde el propio ministerio de Asuntos Agrarios se informó que "no está comprobado el daño ambiental" en ninguna de las cesiones realizadas. ¿Y EL DESMONTE? La CIC o el OPDS no son los únicos que alertan. Además de las entregas que han ido desvirtuando el propósito original del Parque, desde su propio cuerpo de cuidadores se denuncian talas y desmontes en zonas que deberían estar protegidas. Las zonas más afectadas son las márgenes de los arroyos, hacia los bordes del Parque, mientras que en el sector público se vienen perdiendo árboles centenarios que jamás son repuestos y terminan comercializados por pequeñas empresas de la zona que los venden como leña. Se trata de un mercado negro que opera hace años en el Parque y que algunas veces cuenta con la complicidad de los propios vendedores de la Región, quienes saben que no es quebracho lo que les llevan para vender pero comercializan igual eucaliptos que, reconocen muchos en silencio, proviene de las "áreas protegidas" del Pereyra. "Por estas talas se está perdiendo la planificación de los jardines interiores del parque -señala Alba-. La caída de ejemplares centenarios puede deberse a enfermedades causadas por la falta de un control fito sanitario adecuado, pero en muchos casos por los incendios provocados que no se controlan. Una de las zonas más expuestas a este tipo de actividades es el triángulo que se encuentra cercano a la rotonda de alpargatas, donde está el molino holandés". Uno de los últimos desmontes a gran escala ocurrió en junio del año pasado, cuando la Dirección de Hidráulica de la Provincia debió dragar el arroyo que atraviesa el Pereyra para evitar inundaciones en Villa Elisa. Después de ese trabajo, las márgenes de ese cauce quedaron cubiertas por los troncos de varias especies, entre ellas palmeras centenarias que no están previstas reponer. Quienes defendieron la tarea dijeron que era la única forma de evitar la inundación en las zonas urbanas, pero sus detractores aseguraron que se debió trasplantar a todos los ejemplares afectados y no talarlos sin ningún tipo de coherencia forestal. ¿ZONAS PROTEGIDAS? Las áreas preservadas del parque se dividen en tres grandes zonas. Una es la llamada "terraza alta", que presenta buenas características para la agricultura y donde se levantan organismos como el IAR, el EBAS o el Vivero Carlos Darwin. La otra está formada por la Estación de Cría de Animales Silvestres, el ECAS, mientras que la tercera, llamada como se dijo "terraza baja", se extiende desde el camino Centenario hasta el Río de La Plata y desarrolla una diversidad de comunidades vegetales únicas en la región, entre las que se destaca la selva subtropical más austral: la Selva Marginal de Punta Lara, una valiosa reserva poblada de saucedales, pajonales, bañados y pastizales de flechillas, carrizos y otras gramíneas. Esta zona, que abarca 1.248 hectáreas, constituye el ambiente donde varias especies de aves encuentran sus condiciones naturales de nidificación y representa, además, la única zona de recarga del acuífero Puelche, fuente de agua potable para buena parte de la población del conurbano bonaerense. Entre los principales problemas que los técnicos del OPDS enumeran de toda esta zona se pueden citar "el deterioro de las masas forestales por falta de control y manejo y la compleja situación jurídico-institucional originada en una inadecuada asignación de áreas para diferentes usos". Sobre esto, en el OPDS se cuestiona incluso las antiguas cesiones realizadas en la zona de "terraza alta" a los quinteros, las que aseguran que se han desvirtuado con el paso del tiempo. Para Alé, sin embargo, que convive a diario con estos ocupantes, "en las quintas algunos trabajan la tierra y otros no, pero la responsabilidad de que esto ocurra la tiene el mismo Estado porque muchos productores han pedido que se regularice su situación pero nunca fueron escuchados. Hay familias históricas de productores a las que el mismo Perón les dio el lugar para producir". El de las tierras ocupadas por quinteros -muchos de los cuales, hay que decir, hacen de verdaderos guardianes del Parque-, vuelve la vista sobre la controversia actual desatada a partir del reclamo de los medieros de ASOMA para que les entreguen tierras. Este intento de asentamiento se desarrolla justo en la punta de lo que era la antigua comarca de la familia Iraola, unas 400 hectáreas emplazadas en los márgenes de la autopista La Plata-Mar del Plata, en las cercanías del paraje El Pato, que hasta hace dos años eran utilizadas por la papelera Massuh (ahora en quiebra) para la provisión de madera de eucaliptus. Desde Asuntos Agrarios explicaron que, tras vencer el acuerdo con la papelera, "las 400 hectáreas quedaron liberadas y existe un proyecto integral del Ministerio para reciclar ese espacio". Según se apunta, la negativa de ceder las tierras se debe a que 250 hectáreas fueron plantadas de eucaliptos y, por lo tanto, las parcelas no pueden ser utilizada para cultivos. En medio de esta disputa, que lleva a que por estos días 200 familias acampen en el Parque y reclamen esas tierras a cambio del pago de cuotas subsidiadas, Alba Alé, quien como se dijo convive con los quinteros asentados hace décadas en el Pereyra, reclama desde su lugar "que se conforme el comité de gestión que sugiere la UNESCO, que es una administración abierta tripartita donde participa el Estado, la sociedad por medio de las ONGs y la Universidad". Si esto no ocurre, dice ella, "lo único que le espera al Parque Pereyra Iraola es su definitiva extinción". Los propietarios Gallegos y vascos arrancaron esta historia que comenzó con la llegada de Leonardo Pereyra a fines del siglo XVIII, procedente de Vigo, y el vasco Martín Iraola, llegado de Goyas en 1809. Ambos fundaron aquí una familia que terminó en los casamientos entre sus hijos: Simón Pereyra con Ciriaca Iraola, y José Iraola con Antonia Pereyra. Simón, hábil comerciante, compró propiedades, saladeros y en 1850 adquirió la estancia San Juan y cerca de 12 mil hectáreas que la rodeaban. Su prematura muerte en 1852 dejó como único heredero a su hijo Leonardo, quien creó un establecimiento dedicado a la cría de vacunos e inició una importante obra forestal en los terrenos que rodeaban sus estancias. La división Con el fallecimiento de Leonardo Pereyra en 1899, sus seis hijos fraccionaron las 12 mil hectáreas de la estancia. El primogénito, Leonardo Pereyra Iraola, siguió con San Juan; Martín Pereyra Iraola formó la estancia Santa Rosa dedicada a la cría de animales de raza. Cada una de las cuatro hermanas, María Luisa, Laura, Sara y María Antonia recibieron 600 hectáreas de campo donde levantaron estancias Abril y Las Hermanas, El Carmen y La Porteña. La expropiación de casi 11 mil hectáreas realizada por el Estado a mediados del siglo XX cambió los usos y destinos de estas tierras, que pasaron a ser Reserva Forestal y Parque Público. La expropiación El Parque Provincial Pereyra Iraola fue expropiado el 23 de enero de 1949 por el gobierno de Juan Domingo Perón y fue abierto al público con el nombre de “Parque de los Derechos de la Ancianidad” el 23 de febrero de 1950. Bajo la Ley de expropiación 5.145, el Estado tomó 10.248 hectáreas de tierras que incluían las estancias San Juan y Santa Rosa. Para la inauguración se construyó, durante 1949, un arco de estilo medieval de 22 metros de alto, un molino holandés, viviendas para el administrador del parque, el destacamento de Policía en el cruce Gutiérrez y la ornamentación de la rotonda de la ruta 2. Las cesiones La Ley de Parques Nacionales de 1970 estableció que el parque Pereyra es un área de representatividad biogeográfica, ecosistemas y paisajes naturales altamente significativos. Así, según datos de la Comisión Interdisciplinaria en el “Estudio y Planificación del uso y afectación del PPPI”, hacia 1985, las áreas destinadas al uso público en el sector Santa Rosa habían decrecido un 64%, destinadas a usos específicos: ECAS, EBAS, Selva Marginal, Vivero, Arboretum, Reserva Forestal y otras destinadas a explotación hortícola. Además, en 1990, cerca de 400 hectáreas fueron otorgadas para la explotación forestal a una papelera privada


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