martes, 7 de septiembre de 2010

 

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Vigilante (la factura) A principios del siglo XX, cuando la "plebe" criolla se quería burlar de ciertos sectores sociales utilizaba los nombres de algunas facturas. Así, entre mate y mate, el cañoncito era la palabra para burlarse de los militares y el vigilante para mofarse de los policías. La forma recta y alargada de esta factura se asociaba entonces a la figura de un uniformado haciendo guardia, bien firme en su puesto.








Revuelto Gramajo La historia, en el caso de este menjunje de papas, huevo y jamón, se remonta a la época de Julio Argentino Roca. Cuentan que el general estaba jugando una partida de cartas que se había extendido demasiado. El hambre empezó a apremiar y Roca le pidió a su edecán, un hombre obeso y adicto a la comida, Artemio Gramajo, que se las ingeniara para preparar algo. Y así sucedió: Artemio fue hasta la cocina, juntó restos de papas fritas con huevos batidos y cebollas, y llevó la mezcla a la mesa. Desde ese día, se habla del revuelto gramajo.








Papas fritas a caballo Este plato bien argentino nació en el barrio de Chacarita, en una fonda a la que acudían obreros y operarios de la primera fábrica de heladeras de gas que existió en el país. Acosada por la obligación de alimentar muchas bocas, esta mujer frió grandes cantidades de papas y huevos y las sirvió de ese modo a los trabajadores. El mote de "a caballo" fue por un detalle muy pequeño: el hombre que repartía las papas y los huevos era tan pobre que no tenía carro propio y hacía el reparto arriba de un caballo viejo.

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