sábado, 20 de abril de 2013

 

mejor no hablar de ciertas cosas

La morgue de La Plata esconde un secreto a voces entre los policías bonaerenses. Ellos saben, aunque no se lo digan oficialmente, que hay 60 uniformados custodiando que nadie ingrese, aunque sean hombres de la justicia. Hay que hacer tiempo hasta desalojar la heladera de cuerpos no identificados, mientras corre el tiempo legal hasta sacárselos de encima. Quien no reclamó hasta ahora la desaparición de sus seres queridos –siempre que los tengan- no lo hará más. ¿Qué dicen esos policías murmurando al oído? Que en verdad hubo muchos más muertos, dicen arriba de los cien, pero al ser indocumentados forman parte de la legión de N.N que no entran en las estadísticas. Por su aspecto parecieran ser "homeless" (gente que vive en la calle, o vivía) y otros extranjeros de países vecinos que nunca gestionaron la documentación. Les sacaron las fichas dactiloscópicas y el resultado que arrojó la computadora es "esa persona no existe". Los rasgos faciales de bolivianos y peruanos son inconfundibles (los paraguayos no), y esto obvio que es la realidad y no discriminación. Aclaramos para que ningún estúpido quiera encontrar otro sentido a la comparación. Bien dijo Gabriel Mariotto que un muerto más o menos no cambia demasiado lo ocurrido ese día fatal. Uno o dos no cambia mucho, pero medio centenar de muertos sí. Si se reconociera oficialmente esa legión de N.N alojados en la morgue platense, debería catalogarse la tragedia como catástrofe. Y si fuera así, las víctimas todas en lugar de tener derecho a créditos por los daños afectados, tendrían que tener reparaciones por parte del Estado. Dinero no retornable. Así como ocurrió desde el "Katrina" de New Orleans o el sismo de Haití, el gobierno nacional y organismos internacionales tendrían que hacer frente a la letal combinación entre la Naturaleza que no perdona y el Estado que no cumple sus obligaciones. Hay que poner dinero como indemnización y no en calidad crediticia. Calificar el producto de las inundaciones como "catástrofe" es un dolor de cabeza que nadie quiere tener en el gobierno provincial y nacional. Si viene dinero del exterior para ayudar a las víctimas, ¿quién y cómo supervisa la reconstrucción de los bienes afectados y las vidas perdidas a las familias de los muertos? Por qué si fue tan desorganizado la entrega de donaciones (de pronto darle un par de zapatillas a quien perdió un colchón es un ejemplo del absurdo), cuando hay dinero en juego peor aún. ¿Podremos tener acaso acceso a conocer cómo se invierten los 50 mil dólares que donó el Papa Francisco o los 100 mil pesos de "Maravilla" Martínez? Y en el caso de nuestro hombre en Roma, ¿a qué tipo de cambio se hace la conversión? Porque la brecha entre el oficial y el negro ya es demasiado larga como para perderse en el camino. Extraño que a un personaje con los ojos bien abiertos como Jorge Bergoglio se le haya pasado por alto el detalle de lo que ocurre con los dineros públicos en la Argentina. Un detalle acerca de los créditos a las víctimas. Pasa en Capital como en La Plata. Quienes van al Banco Provincia y Ciudad con un certificado de víctima, no le otorgan el crédito sin antes demostrar solvencia para poder pagar las cuotas. Si no es así, fuiste..., no hay plata para vos. Este drama que se le añadirá al que ya pasaron las víctimas de la inundación comenzará a destaparse próximamente cuando los afectados –o muchos de ellos- vean rechazada su solicitud en ambos bancos oficiales (Provincia y Ciudad). Si el ingreso es bajo o no está justificado porque labura en negro, no hay plata para ellos. Si hasta en la administración de Barak Obama hubo denuncias de manejos extraños en los fondos aportados para la reconstrucción de Haití, imaginamos lo que podría pasar en la Argentina si los muertos que tanto cuidan en la morgue de La Plata fueran incluídos en la estadística final.

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