domingo, 8 de diciembre de 2013

 

facultad a energia solar

Los rayos del sol comenzaron a pegar fuerte en la Ciudad. Desde el viernes 30 de noviembre, casi el 20 por ciento de la energía eléctrica que consume la facultad de Informática es provisto por un sistema de paneles solares. Ese día comenzaron las pruebas, y hasta hoy han arrojado “excelentes resultados”, dicen en la unidad académica de calle 50, donde han montado la mayor estructura del país a nivel de universidades. La experiencia piloto está funcionando a pleno, por lo que “se dio el primer paso” para “concientizar sobre la problemática ambiental, reducir el consumo energético, impulsar el uso de energías renovables y, sobre todo, mostrar que es posible; esto es algo que está en La Plata y se puede ver, visitar, estudiar”, resaltaron en el decanato de la casa de estudios. Anteayer, cuando se cumplía el séptimo día consecutivo de pruebas, el decano Javier Díaz y el ingeniero Néstor Castro, responsable técnico de la iniciativa, no ocultaban su satisfacción. Con las planillas de las mediciones sobre la mesa, afirmaban que “todo funciona bien, la potencia ha llegado a los 17 kilowatts pico, es decir, el máximo previsto para alimentar el 20 por ciento del edificio”. Antes de explicar en detalle cómo funcionan los 72 paneles solares y los objetivos de corto y largo plazo, recordaron que “el proyecto de Informática es parte de uno mucho más amplio que es parcialmente subsidiado con fondos argentinos sectoriales (Fonarsec) a través de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Técnica del ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Y para su ejecución se creó el convenio asociativo público-privado Iresud, conformado por dos organismos públicos -la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Universidad Nacional de San Martín- y por cinco empresas privadas”. Cabe destacar que dentro del proyecto marco participa una docena de universidades de distintos puntos del país y varios organismos públicos. Mientras que la UNLP, a través de la facultad de Informática, cuenta con un sistema de una potencia aproximada -como se indicó- de 17 kilowatts pico, el resto oscila entre un piso de 1,50 y un techo de 6,72. Volviendo al Bosque, mientras el 20 por ciento de la unidad académica se alimentaba con energía solar, Castro explicó que “el sistema no almacena energía, sino que trabaja en paralelo con la red de distribución convencional, de tal modo que si Edelap sale de servicio esta instalación también lo hace. Es por una cuestión de seguridad, ya que en caso contrario estaríamos inyectando electricidad donde el proveedor dejó de hacerlo”.

“Estamos cumpliendo la primera semana y los equipos están trabajando como lo habíamos pensado; los datos que vamos levantando son muy buenos”, afirmó Díaz, quien anticipó que estarán “un tiempo más en etapa de observación, ya que hay que estudiar cómo impacta el clima, entrecruzar todas las variables a través de la estación meteorológica que se montó como uno de los proyectos de investigación derivados del principal”. Todos esos datos serán volcados a la página web de la facultad. “Queremos que sean visibles, a fin de que otros puedan ver y aprender de esta experiencia. Queremos mostrar que es algo que está al alcance de la mano. Ese rol educativo y social que debe cumplir la Universidad es un punto central de esta iniciativa”, subrayó el decano. Luego se refirió a los alumnos. “Además de aprender el oficio de informático, en su paso por la facultad deben aprender otras cosas, y eso es nuestra responsabilidad; enseñarles la enorme importancia de la cuestión energética, más aún cuando está en juego el medio ambiente”, apuntó. De hecho, uno de los fines del proyecto es profundizar el concepto de “facultad verde”. En cuanto al ahorro, Castro y Díaz dijeron que “esto recién comienza, se irá viendo con el tiempo”. En ese punto entra el tema de la facturación, que va atado a la falta de normativa vigente sobre el tema. “Se está trabajando en la legislación, para cubrir esas carencias son, precisamente, los proyectos piloto”, señalaron (ver aparte). Ya en la terraza de la facultad, el ingeniero Castro, parado bajo una estructura de 1.700 kilos de hierro que sostiene los 72 paneles solares (módulos fotovoltaicos), explicó que “cada uno tiene una potencia de 235 watts pico y consta de 60 celdas. Se conectan entre sí y forman 7 ramas, 6 de 10 paneles cada una y una de 12”, detalló, para apuntar que el sistema “es simple”. Al entrar a una caseta de material, sobre una pared se observan 4 tableros de protección: las 6 ramas de 10 paneles están conectadas a los 3 más grandes (2 ramas por cada tablero) y la de 12 al cuarto, más pequeño. De allí se pasa a los “inversores”, que convierten la corriente continua en alterna. Luego a tableros convencionales, y finalmente al tablero principal de la facultad, describió Castro. Las luces verdes relucían. Eran las 12 en punto del viernes, la temperatura acompañaba y el cielo estaba totalmente despejado. “Estas son las mejores condiciones”, dijo el especialista. En las aulas y dependencias de la unidad académica la actividad seguía su curso normal. Los rayos del sol estaban aportando el 20 por ciento de la energía.

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