domingo, 31 de agosto de 2014
La obsesión de no querer ver la realidad
Pocas semanas reflejaron tan cabalmente la magnitud de la crisis que estamos viviendo como la que acaba de terminar. A saber: el dólar blue rompió todos los records, rozando los $14,5; la caída de las reservas del Banco Central no se detiene (se perdieron casi 400 millones de dólares sólo en agosto); la inflación supera el 40 por ciento anual y aún no tocó su techo; los despidos y las suspensiones de personal no se detienen; se registró una caída sin atenuantes en el consumo agregado (la suma del gasto privado y el público), la inversión y las exportaciones, que son los elementos que conforman el Producto Bruto Interno (PBI). Todos estos datos, que se conocieron en los últimos días, muestran la difícil situación que se vive a lo largo y ancho del país.
La presidenta Cristina Fernández ni siquiera le dedicó una palabra a la crisis, que sigue sin ser reconocida por la administración K. Dado el alto grado de soberbia que existe en el kirchnerismo, es casi imposible que el gobierno cambie en los 15 meses que quedan hasta que se produzca el recambio presidencial. Por ello lo más preocupante es que el principal candidato del oficialismo, como es el gobernador Daniel Scioli, también parece estar mirando otra película. Ayer el mandatario provincial encabezó un acto en el Teatro Argentino para hacer una suerte de resumen publicitario de supuestos logros de su gestión. Pero no hizo una sola mención a problemas como la inflación, la recesión y la caída del empleo. A su vez, respecto a otro de los grandes flagelos, como la inseguridad, lo mencionó con frases hechas, sin salirse del libreto K. Fiel a su estilo, el mandatario provincial mostró su costado más optimista. Y en una actitud muy similar a la de Cristina, se terminó conformando con los aplausos de los asistentes al acto: sus propios funcionarios, cuyo futuro laboral y político depende de la suerte del gobernador.
Scioli, en su discurso, recordó algunos consejos que le dio Raúl Alfonsín. Ahora bien, lo que parece no tener presente el mandatario provincial es que están apareciendo algunos de problemas que pusieron en jaque al gobierno radical y que estallaron a fines de los años ´80. Concretamente, los desbarajustes llegaron al extremo de que ciertos productos carecen de precios, una situación que hace recordar a lo que sucedía con la hiperinflación cuando en cuestión de horas los valores en las góndolas de los comercios se modificaban de forma desenfrenada.
Estamos asistiendo a un escenario donde los vendedores ya no se saben qué cobrar ya que la reposición de los bienes y servicios se está volviendo cada vez más compleja, no sólo por los elevados costos dolarizados que no paran de subir, sino también por las crecientes trabas en las importaciones.
En ese sentido, a los problemas ocasionados por la inflación, se le suma una agobiante escasez de insumos que no son producidos en el país, y que no pueden pasar por la Aduana por la sencilla razón de que el gobierno ha decidido cerrar todos los grifos de divisas. Este tipo de medidas desesperadas, que se han ido manteniendo, y en muchos casos profundizando, se convirtieron en un remedio mucho peor que la enfermedad. ¿El motivo? Se implementaron para intentar frenar la fuga de divisas y la caída de reservas, pero terminaron generando una enorme recesión que se llevó puesto, en los primeros seis meses del año, según cifras del propio INDEC, más de 400 mil puestos de trabajo, la mayoría en territorio bonaerense.
Todo indica que, de acá a fin de año, la cifra de despidos y suspensiones podría aumentar significativamente. De hecho, en la semana que pasó se conoció que la automotriz Fiat le comunicó a su personal que, debido a problemas de abastecimiento de autopartes desde Brasil por las trabas cambiarias, resolvió reducir su ritmo de producción y aplicar suspensiones rotativas a sus operarios a partir de mañana.
El contexto regional tampoco pinta demasiado bien. El Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) informó que la economía de ese país se retrajo un 0,6 %, ingresando en recesión técnica. Esto encendió todavía más alertas: si no repunta el mayor socio del Mercosur, será aún más difícil que haya un efecto rebote que permita a la Argentina ponerle un freno a la caída de su economía.
En este contexto, el interrogante que plantean muchos sectores es el siguiente: ¿la situación política, social y económica resistirá 15 meses sin que se produzca un estallido?
Sin posibilidad de poder un candidato natural que siga sus mismos lineamientos, Cristina y el kirchnerismo dejarán de tener peso en el escenario nacional poco tiempo después de producirse el recambio presidencial. Ahora bien, hasta tanto se concreten las elecciones y se defina quiénes serán los que tomen las riendas del país y de las provincias, ¿qué sucederá? Quince meses es mucho tiempo para los millones de argentinos que ven como diariamente sus ingresos se devalúan por el incremento del costo de vida. Ni hablar para aquellos que están por perder el empleo o que ya lo perdieron.
Por eso, es indispensable que todos los que tienen aspiraciones presidenciales digan claramente qué ideas tienen para sacar al país de la crisis y cómo piensan instrumentarlas. Es indispensable que todos los sectores políticos encuentren consensos básicos que permitan al menos establecer pautas claras acerca de que política económica se pondrá en marcha a partir de 2015. Se necesitan certezas, previsiones y no las especulaciones baratas del marketing político.
La presidenta Cristina Fernández ni siquiera le dedicó una palabra a la crisis, que sigue sin ser reconocida por la administración K. Dado el alto grado de soberbia que existe en el kirchnerismo, es casi imposible que el gobierno cambie en los 15 meses que quedan hasta que se produzca el recambio presidencial. Por ello lo más preocupante es que el principal candidato del oficialismo, como es el gobernador Daniel Scioli, también parece estar mirando otra película. Ayer el mandatario provincial encabezó un acto en el Teatro Argentino para hacer una suerte de resumen publicitario de supuestos logros de su gestión. Pero no hizo una sola mención a problemas como la inflación, la recesión y la caída del empleo. A su vez, respecto a otro de los grandes flagelos, como la inseguridad, lo mencionó con frases hechas, sin salirse del libreto K. Fiel a su estilo, el mandatario provincial mostró su costado más optimista. Y en una actitud muy similar a la de Cristina, se terminó conformando con los aplausos de los asistentes al acto: sus propios funcionarios, cuyo futuro laboral y político depende de la suerte del gobernador.
Scioli, en su discurso, recordó algunos consejos que le dio Raúl Alfonsín. Ahora bien, lo que parece no tener presente el mandatario provincial es que están apareciendo algunos de problemas que pusieron en jaque al gobierno radical y que estallaron a fines de los años ´80. Concretamente, los desbarajustes llegaron al extremo de que ciertos productos carecen de precios, una situación que hace recordar a lo que sucedía con la hiperinflación cuando en cuestión de horas los valores en las góndolas de los comercios se modificaban de forma desenfrenada.
Estamos asistiendo a un escenario donde los vendedores ya no se saben qué cobrar ya que la reposición de los bienes y servicios se está volviendo cada vez más compleja, no sólo por los elevados costos dolarizados que no paran de subir, sino también por las crecientes trabas en las importaciones.
En ese sentido, a los problemas ocasionados por la inflación, se le suma una agobiante escasez de insumos que no son producidos en el país, y que no pueden pasar por la Aduana por la sencilla razón de que el gobierno ha decidido cerrar todos los grifos de divisas. Este tipo de medidas desesperadas, que se han ido manteniendo, y en muchos casos profundizando, se convirtieron en un remedio mucho peor que la enfermedad. ¿El motivo? Se implementaron para intentar frenar la fuga de divisas y la caída de reservas, pero terminaron generando una enorme recesión que se llevó puesto, en los primeros seis meses del año, según cifras del propio INDEC, más de 400 mil puestos de trabajo, la mayoría en territorio bonaerense.
Todo indica que, de acá a fin de año, la cifra de despidos y suspensiones podría aumentar significativamente. De hecho, en la semana que pasó se conoció que la automotriz Fiat le comunicó a su personal que, debido a problemas de abastecimiento de autopartes desde Brasil por las trabas cambiarias, resolvió reducir su ritmo de producción y aplicar suspensiones rotativas a sus operarios a partir de mañana.
El contexto regional tampoco pinta demasiado bien. El Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) informó que la economía de ese país se retrajo un 0,6 %, ingresando en recesión técnica. Esto encendió todavía más alertas: si no repunta el mayor socio del Mercosur, será aún más difícil que haya un efecto rebote que permita a la Argentina ponerle un freno a la caída de su economía.
En este contexto, el interrogante que plantean muchos sectores es el siguiente: ¿la situación política, social y económica resistirá 15 meses sin que se produzca un estallido?
Sin posibilidad de poder un candidato natural que siga sus mismos lineamientos, Cristina y el kirchnerismo dejarán de tener peso en el escenario nacional poco tiempo después de producirse el recambio presidencial. Ahora bien, hasta tanto se concreten las elecciones y se defina quiénes serán los que tomen las riendas del país y de las provincias, ¿qué sucederá? Quince meses es mucho tiempo para los millones de argentinos que ven como diariamente sus ingresos se devalúan por el incremento del costo de vida. Ni hablar para aquellos que están por perder el empleo o que ya lo perdieron.
Por eso, es indispensable que todos los que tienen aspiraciones presidenciales digan claramente qué ideas tienen para sacar al país de la crisis y cómo piensan instrumentarlas. Es indispensable que todos los sectores políticos encuentren consensos básicos que permitan al menos establecer pautas claras acerca de que política económica se pondrá en marcha a partir de 2015. Se necesitan certezas, previsiones y no las especulaciones baratas del marketing político.
Etiquetas: Argentinlandia
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