lunes, 29 de junio de 2015

 

miente miente que algo quedara

A lo largo de la mal llamada década ganada, han sido numerosos los proyectos faraónicos anunciados por el kirchnerismo que jamás se llevaron adelante, con el sólo objetivo de buscar captar votos incrédulos. El error estratégico del marketing político K
El siniestro Ministro de Educación Popular y Propaganda nazi, Joseph Goebbels, fue el gran arquitecto en el manejo del discurso durante el régimen de Adolf Hitler. Su popular frase, “miente, miente que algo quedará” durante la Segunda Guerra Mundial, con el objetivo de prolongar un falso triunfalismo bélico hasta los últimos días, cuando la debacle militar ya era irreversible, fue algo que caracterizó su conducción.
Una estrategia similar fue usada por distintos gobiernos que optan por mentirle deliberadamente al soberano, intentando mostrar un país próspero y pujante que solamente puede existir en la mente afiebrada de algunos dirigentes. En el caso de Cristina Kirchner, lamentablemente, hay que reconocer que la estrategia le sirvió: en el epílogo de su mandato, hay un sector de la población que aún le cree, pese a que la realidad viene derrumbando las falsedades del relato oficial como un castillo de naipes.
Sólo basta con repasar algunos de los proyectos faraónicos anunciados por el gobierno K en los últimos años, y jamás concretados, para corroborar el grado de magnitud de las mentiras oficiales, que planteó objetivos magnánimos y que concluyeron en la desilusión y la nada misma.
Ante la carencia de ideas para solucionar los problemas reales de la población,
desde el gobierno se ha intentado tapar esta falencia, recurriendo a proyectos fastuosos, que por su características y costos económicos, jamás se podrían realizar en nuestro país, pero que sin embargo no quebraron su interés por instalar los mismos en la sociedad como posibles de realizarse.
Basta recordar las palabras de la propia Jefa de Estado en 2012 cuando anunció el Polo Audiovisual en la Isla Demarchi, del cual todavía no se puso ni un sólo ladrillo (ver página 7), quien muy suelta de cuerpo aseveró "amo construir, debo ser la reencarnación de un gran arquitecto egipcio”, despertando las burlas y la incredulidad de la sociedad en su conjunto.
El kirchnerismo hace del cinismo un proceder habitual en su accionar público, lo que lleva al gobierno a una anarquía dialéctica muy grande, chocando de frente contra una realidad cada día más distante.
El exuberante despilfarro del Centro Cultural
Argentina tiene cerca de 13 millones de habitantes que padecen indigencia o pobreza, 7 millones no cuentan con agua potable y la mitad de la población sigue sin acceso a cloacas y al servicio de gas de red.
El 44 por ciento de los chicos viven sin condiciones sanitarias adecuadas, y muchos de ellos tienen que trabajar descuidando la escuela y su futuro. Lejos de reconocer esa realidad, el Gobierno Nacional invirtió millones de pesos en edificaciones monumentales. Así fue que el mes pasado se inauguró un centro cultural para homenajear a Néstor Kirchner que costó casi $2500 millones. Lo obsceno es que, a pocas cuadras, hay miles de familias viviendo en condiciones infrahumanas, sin acceso a los más elementales bienes y servicios.
Inmersa en lo que varios médicos califican como la enfermedad del poder o síndrome de Hubris, la presidenta Cristina Fernández encabezó el acto de inauguración del Centro Cultural "Néstor Kirchner", un inmenso e imponente espacio "multipropósito" que significó la remodelación millonaria del edificio del ex Correo Central, ubicado entre las calles sarmiento y Bouchard y las avenidas Corrientes y Leonardo N. Alem.
El presupuesto original casi se triplicó en seis años: pasó de 926 a 2469 millones de pesos. El centro cultural, con 110.000 metros cuadrados, alojará como espacio central la Gran Sala de Conciertos, bautizada como la Ballena Azul por su forma y el color de las paredes externas.
Conexión con los vecinos
El encontrar vías rápidas de comunicación con el Uruguay, siempre ha sido una de las constantes en el pensamiento político argentino, sobre todo aquellas que unan a Buenos Aires con el vecino país ágil y dinámicamente.
Primero Néstor Kirchner en 2003 y luego su esposa en 2009, intentaron revitalizar el proyecto de construir un puente que uniera a las ciudades de Tigre con Colonia, pero todo quedó más que nada en la idea de diferentes funcionarios, y nunca pasó de allí.
Lo mismo sucedió con la propuesta de enlazar Punta Lara con Colonia a través de un gigantesco puente, que insumiría cientos de millones de dólares y miles de puestos de trabajo, que nunca se implementó a pesar de los proyectos que se encararon para su construcción.
Pero no sólo con Uruguay, también con Chile hubo planes fastuosos, como por ejemplo el de unir Tierra del Fuego con el país trasandino a través de un puente, que saldría decenas de millones de dólares y nunca se llevó a cabo.

La falsa revolución ferroviaria K
La política ferroviaria ha sido uno de los sectores en donde la política oficial ha propagado sus ideas más ocurrentes, con Florencio Randazzo a la cabeza, las cuales la mayoría jamás se concretaron, debido a la improcedencia de las vías argentinas, incapacitadas de poder absorber dichas ideas.
Han sido innumerables los proyectos destinados al fracaso, desde el Tren Bala ideado por Cristina Kirchner, que uniría Buenos Aires-Rosario-Córdoba y que hubiese costado decenas de millones de dólares; pasando por los trenes de de alta velocidad que unirían distintas localidades del país; hasta el Tren Transpatagónico Bioceánico, que uniría Santa Cruz con Chile.
A ellos hay que agregarle el ferrocarril que uniría Buenos Aires con Montevideo, el Tren Trasandino del Sur, la iniciativa para construir un tren trasandino en el Paso Pircas Negras en La Rioja, o la idea de ejecutar junto a la Venezuela chavista un tren que uniría Caracas con Buenos Aires, todas ellas ideas que han quedado en el olvido y nunca fueron realizadas.
En La Plata, Cristina Kirchner anunció en más de una oportunidad la construcción de un nuevo taller para trenes eléctricos en los galpones abandonados de 1 y 526 y la creación de la estación ferroautomotor en 1 y 44. Todas meras imaginaciones del falso ideario K.
Objetivo central: cooptar artistas
La Argentina del siglo XXI acude atónita a ver cómo la política se ha convertido en un espectáculo, en donde el ciudadano medio es el asistente a un vulgar circo que se abre entre la clase dirigente y los artistas que han sabido encolumnarse detrás del proyecto oficial, por el sólo hecho de lograr algún trabajo en alguna de las tantas ficciones que financia el Estado nacional.
El kirchnerismo, a través de la voz de la presidenta, presentó en 2012 la idea de construir el Polo Audiovisual en la Isla Demarchi en el sur porteño. La misma incluiría una inversión mínima de 2.500 millones de pesos, desarrollándose a su interior una torre de 335 metros de altura, un hotel, departamentos, estudios de TV y cine, museos, estadio para casi 18.000 personas, parques y restaurantes, en un predio de 216.000 metros cuadrados.
Por ahora la iniciativa está en la nebulosa y nada se ha edificado a la ribera del Río de la Plata, por la falta de inversión del Estado nacional y los privados.
A esto hay que sumarle que la Universidad de San Martín, pudo financiar la telenovela de Andrea del Boca, “Esa mujer” en la TV Pública por más de 18 millones de pesos, pero se quedó sin fondos para la construcción del faraónico Campus Universitario, que quedó a medio terminar a pesar de los innumerables pedidos de los estudiantes para concluir con el mismo.
A mitad de camino
Cómo ha solido ocurrir a lo largo de la administración kirchnerista, los proyectos a medio construir que hubiesen generado una mejor forma de vida para la gente, están a la orden del día y son una postal de la gestión oficial.
Muchos de ellos fueron fastuosos y se llevaron millones de pesos de las arcas estatales sin que llegaran a destino. Entre las iniciativas claves se pueden nombrar el de la autopista ribereña, que debía unir la autovía Illia, en el barrio de Retiro, con la autopista Buenos Aires-La Plata, en La Boca, o el proyecto del Gasoducto de la Puna, que quedaron en la nada.
Señores feudales al acecho
No sólo el gobierno nacional ha tenido ideas faraónicas, sino que administraciones provinciales que responden políticamente al oficialismo, han hecho lo suyo en soñar grandes iniciativas que nunca se llevaron a cabo.
A la delantera está la provincia de Santiago del Estero, donde Gerardo Zamora gobierna desde hace 10 años con manos de hierro. En el territorio de la chacarera, la familia Zamora planearon el Polo turístico en Dique Villa La Punta, que costó más de 13 millones de pesos y nunca se realizó, dejando al margen las necesidades de la gente en la provincia, con muchas ciudades sin acceso al agua potable.
A esto se le suma la idea de Julián Domínguez, a la cual el gobierno santiagueño adhirió con entusiasmo, de trasladar la capital argentina a la provincia norteña. De suceder esto, la misma traería aparejado la dilapidación de cientos de millones de dólares en la construcción de nuevas edificaciones públicas que pudieran absorber a los tres poderes.
Sergio Urribarri, todavía hombre fuerte en al política entrerriana, proyectó en 2012 construir un mega estadio de fútbol que costaría alrededor de mil millones de pesos, con capacidad para 35.000 personas, con un estadio multieventos para practicar básquet, handball y tenis, y encuentros artísticos. Dicha idea, jamás se realizó.
Guiño a las multinacionales
Uno de los proyectos más delirantes de la mal llamada década ganada, ha sido sin dudas el haber dado vía libre al proyecto concebido por la multinacional minera canadiense Barrick Gold, al mando de Peter Munk, de trasladar tres glaciares de lugar a través de palas mecánicas.
La iniciativa daba con creces contra la Ley de Glaciares que el propio oficialismo pergeñó en el Congreso Nacional, pero eso no fue motivo para que la Secretaría de Minería le diera el visto bueno a un proyecto por demás alocado que sólo servía para aumentar en forma exponencial las ganancias de la empresa minera, dañando severamente el medio ambiente.
La cueva de la corrupción oficial
Uno de los funcionarios emblema de los negocios dentro del oficialismo, ha sido el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, donde se hizo famosa una frase pronunciada alguna vez por Néstor Kirchner, “hablen con Julio” cuando le iban a él con la idea de algún negocio en particular.
La cuestionada labor de De Vido quedó en evidencia cuando salió a relucir que el ministerio que él conduce, lleva gastados casi 50 millones de pesos para la construcción de un megaemprendimiento en la ciudad de Avellaneda, de la cual todavía no se ha puesto un ladrillo.
La construcción de una torre de telecomunicaciones en terrenos adyacentes a las canchas de Racing e Independiente, con 44 pisos circulares de 1500 metros cuadrados, en donde a pesar de todavía no ponerse un ladrillo, el Ministerio de Planificación ya lleva abonados casi 50 millones de pesos en concepto de salarios a los arquitectos que elaboraron y ejecutaron el proyecto. De los 173 millones de pesos en los que se había presupuestado la obra en 2011, pasó este año a costar 320 millones, todo saliendo de las arcas del Estado. Una imagen certera de la corrupción kirchnerista, que utiliza el Estado para beneficio propio y sus capitalistas prebendarios amigos.



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