lunes, 27 de julio de 2015

 

aguante la espeKulacion

En la recta final de cara a las Paso del 9 de agosto, el gobierno de Cristina Kirchner y de Amado Boudou (el vicepresidente reapareció la semana pasada, durante una recorrida en
Punta Lara, donde anunció su apoyo a Daniel Scioli) hoy afrontará su “día D” en materia económica ya que comenzará a regir los incrementos en las tasas de interés. Se trata de una medida anunciada la semana pasada por el Banco Central, que fijó un piso del 26,2% para los plazos fijos por hasta 90 días, en lo que constituye una medida desesperada para evitar que se siga disparando el dólar blue.
Ahora bien, teniendo en cuenta la recesión que se registra en la Argentina, aumentar la usura como pretende hacer el gobierno, en una suerte de revival de las medidas impulsadas por el inefable Martínez de Hoz en la dictadura, puede derivar en un verdadero descalabro. No solo para la gente que ya está endeudada, que ahora deberá pagar tasas cada vez más altas, sino también para gran parte de la sociedad que indirectamente sufrirá las consecuencias de estas políticas.
Sólo basta recurrir a la historia reciente para darse cuenta de lo que estamos hablando. Concretamente, siempre que el Banco Central subió fuertemente la tasa de interés para contener las presiones cambiarias, nunca se logró establecer una tranquilidad permanente en el mercado cambiario. Por ejemplo, a fines de 1980 y principios de 1981, cuando la tasa de interés se duplicó, finalmente la devaluación terminó siendo cercana al 45% mensual haciendo estallar la conocida tablita de Martínez de Hoz. Luego, entre 1984 y mediados de 1985, hubo un aumento de la tasa de interés en 150% y llevó a que la tasa de devaluación que era cercana al 11% mensual terminara siendo superior al 30% mensual. Tres años después, desde fines de 1988 y mediados de 1989, la tasa de interés se cuadruplicó, la tasa de devaluación mensual fue cercana al 180% mensual y la economía entró en hiper-inflación. Por último, durante 2001, la tasa de interés se triplicó aunque a finales de 2001 y principios de 2002, el tipo de cambio colapsó y en cuatro meses aumentó casi el 300%.
.La medida dispuesta por el gobierno es como echarle nafta al fuego de la crisis. Ocurre que este tipo de medidas enfrían la actividad económica, con lo cual se terminará agudizando la recesión que se registra desde hace 23 meses en la Argentina. Esto se traduce en la pérdida de miles de puestos de trabajo y en el quebranto de productores rurales a lo largo y ancho del país, con economías regionales que atraviesan la peor crisis desde la eclosión del año 2001. Por eso, semana a semana, podemos ver como los tamberos no tienen otra alternativa que tirar en las rutas la leche que producen y lo mismo sucede con los cítricos en Entre Ríos, y las peras y manzanas en el alto valle de Río Negro.
Además, para alimentar los gastos de campaña y el llamado clientelismo político, en los últimos meses se produjo un crecimiento descomunal del Gasto Público improductivo, que no hace más que aumentar la deuda que mantiene el Estado con otros organismos públicos, caso Anses y Banco Central. Sólo en materia de adelantos transitorios, el BCRA le ha dado a la gestión de Cristina Kirchner en lo que va del año, $272.350 millones, tocando casi el límite de lo que fija la ley que fuera aprobada por el propio oficialismo en abril de 2012 y que tanta polémica despertó en el mundo económico. A su vez, en lo que va del año, la administración K se quedó con $41.000 millones de la Anses para cubrir baches fiscales, poniendo en riesgo las futuras jubilaciones ya que se está despilfarrando los recursos previsionales aportados por los trabajadores.
A esta situación se le están sumando factores externos que también están generando una fuerte presión sobre el tipo de cambio en la Argentina. Brasil aceleró la devaluación de su moneda y por eso el dólar, la semana pasada, alcanzó su mayor cotización desde 2003 en el vecino país. Algo similar está ocurriendo en Uruguay que, en lo que va del año, ha devaluado su moneda en un 10% y desde distintos sectores advierten que el gobierno de Tabaré Vázquez, para dotar de mayor competitividad a sus exportaciones, dejará que el precio de la verde divisa siga subiendo.
Está claro que el gobierno nacional ha tomado la decisión política de no modificar el tipo de cambio, tirándole la pelota al gobierno que asuma el próximo 10 de diciembre que no tendrá otra alternativa que devaluar. El problema es que, cuanto más se retrasa este tipo de decisiones, peores son los efectos sobre la economía y sobre el poder adquisitivo de la población. Recordemos que, por ejemplo, la devaluación instrumentada en las primeras horas del año 2002 –luego de 10 años de convertibilidad- trajo aparejado los mayores índices de pobreza e indigencia que se recuerden en la Argentina, y también provocó un fuerte cimbronazo en enero de 2014 cuando el ministro de Economía, Axel Kicillof, anunció un corrimiento del 20% en el tipo de cambio oficial e inmediatamente después se produjo una escalada inflacionaria.
Una devaluación, si no está acompañada de un programa que apunte consolidar y desarrollar el sistema productivo, produce efectos que resultan muchos más nocivos que sus potenciales beneficios. Es decir, la administración que asuma el 10 de diciembre necesitará de mucha materia gris y sagacidad para poder desactivar la bomba de tiempo que le dejará el tridente CFK-Boudou-Kicillof.
“Quien suceda a Cristina Kirchner va a tener que devaluar”

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