jueves, 9 de julio de 2015

 

feliz dia de la independencia

La Declaración de la Independencia fue un acto soberano y colectivo.
El histórico Congreso de Tucumán reunió por primera vez, en 1816, a 28 diputados que sesionaron y debatieron día a día durante muchos meses para proyectar una nueva nación. Allí se trazaron los primeros lineamientos de lo que luego sería la Argentina.
El 9 de julio de 1816, el Congreso de Tucumán resolvió tratar la Declaración de la Independencia. Presidía la sesión el diputado por San Juan, Juan Francisco Narciso de Laprida.
El secretario Juan José Paso leyó la propuesta: preguntó a los congresales “si querían que las Provincias de la Unión fuesen una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli”. Los diputados aprobaron por aclamación y luego, uno a uno, expresaron su voto afirmativo. Acto seguido, firmaron el Acta de la Independencia.
Afuera, el pueblo celebraba. Terminada la sesión, se realizaron diversos festejos públicos.
El 19 de julio, en sesión pública, quedó acordada la fórmula del juramento que debían prestar los diputados y las instituciones: “¿Juráis por Dios Nuestro Señor y esta señal de cruz, promover y defender la libertad de las provincias unidas en Sud América, y su independencia del Rey de España, Fernando VII, sus sucesores y metrópoli, y toda otra dominación extranjera? ¿Juráis a Dios Nuestro Señor y prometéis a la patria, el sostén de estos derechos hasta con la vida, haberes y fama? Si así lo hiciereis Dios os ayude, y si no, El y la Patria os hagan cargo”.
El mismo día, en sesión secreta, el diputado Medrano pidió que se pasase al Ejército el Acta de la Independencia y la fórmula del juramento, se agregase “y de toda otra dominación extranjera” -expresión que no figuraba en el texto aprobado originalmente en la sesión pública- debido al rumor de que el Director y el Congreso se disponían a entregar el país a los portugueses.
Finalmente, el 21 de julio la Independencia fue jurada en la sala de sesiones por los miembros del Congreso.
En 1817 el Congreso se trasladó a Buenos Aires y concluyó su labor en 1820. El 3 de diciembre de 1817 el Congreso sancionó un Reglamento Provisorio que ordenaba el flamante Estado con el preámbulo de la Constitución de 1819. En 1819, aprobó la Constitución, que, si bien no establecía una monarquía, era bastante conservadora. Establecía un Ejecutivo a cargo de un Director Supremo que duraría cinco años en el cargo y que sería nombrado en forma indirecta por el Poder Legislativo. Pero su carácter conservador, sumado a la privación de la calidad soberana a las provincias mediante el sistema unitario, motivó su repudio, la disolución del Congreso y la caída del Directorio. Así, las provincias quedaron como Estados soberanos hasta una nueva y también fugaz tentativa de organización constitucional, hacia 1825.
En 1825 la ley fundamental cambió el nombre de Provincias Unidas de América del Sur por el de Provincias Unidas del Río de la Plata; y por fin, la Constitución de 1826 convirtió a las provincias unidas en la Nación Argentina. En ese mismo momento se producía el desmembramiento de los territorios que habían sido parte del Virreinato del Río de la Plata, este proceso se hizo evidente con la sublevación de la Banda Oriental y su posterior entrega a Brasil. El federalismo logró en parte sus objetivos con la Constitución de 1853 que, si bien instauró este sistema, no pudo terminar con los enfrentamientos entre Buenos Aires y las provincias. Lo cierto es que el poder de Buenos Aires como ciudad puerto y llave maestra de las exportaciones agropecuarias, base de la economía argentina, condicionaría la historia del país.

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