viernes, 25 de septiembre de 2015

 

coman chilto

Un fruto pequeño, parecido
a un tomate, asoma como una futura superestrella. El chilto viene del Noroeste, lo consumían los pueblos originarios y ahora buscan impulsar su incorporación a la mesa por el enorme valor que tiene.
El descubrimiento de las propiedades nutricionales y funcionales del chilto fue hecho por un equipo de científicos de la Universidad Nacional de Tucumán, que desde hace años vienen investigando productos autóctonos, como la algarroba y el chañar. Sus hallazgos con este fruto fueron reconocidos con el premio Arcor a la Innovación, que le entregó ayer la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y el grupo Arcor a su directora, María Inés Isla, doctora en biología y bioquímica. Desde Tucumán, Isla cuenta que con sus colaboradores descubrieron que este fruto tiene un enorme potencial. Puede ayudar a prevenir el envejecimiento porque es antioxidante y el daño celular porque es antigenotóxico. Pero también tiene efectos antiinflamatorios y ayuda a contrarrestar la diabetes y la obesidad por inhibir enzimas que inciden en el síndrome metabólico.
Sin saber todo esto, los antiguos pobladores de la región lo utilizaban desde hace siglos. Hoy se lo puede conseguir en mercados callejeros de Salta, Tucumán y Jujuy. Y ya hay bares de la capital tucumana que ofrecen jugos de chilto. Pero, ¿cómo es el chilto? Isla intenta describirlo. “Tiene la forma y la textura de un tomate perita. Es más ácido que un tomate, por eso puede parecerse el maracuyá, pero no es igual. Su sabor es muy particular”, remarca la investigadora del Conicet.


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