jueves, 24 de septiembre de 2015

 

dos a uno: fuera de la copa

En una canallada del destino, Estudiantes se quedó otra vez con las manos vacías en la Copa Argentina. Rosario Central, de la cuna de Menotti y Fontanarrosa, demostró experimentar esa metamorfosis necesaria para madurar y dejar atrás las bases de aquel fútbol lírico de otras épocas. Ayer, vestido como el mejor resultadista, le dio una lección al equipo de Milito. Las estadísticas para explicar este fenómeno son evidentes: el Pincha terminó con el 52.7 por ciento de posesión de la pelota contra el 47.3 del rival. Sin embargo, el conjunto rosarino fue más vertical, se animó a dar pases en profundidad y evitó lateralizar el juego como lo hizo Estudiantes. A su vez pateó 9 veces al arco a diferencia del Pincha, que manejó mejor la pelota (como lo intentaba hacer el Huracán de Cappa) y solo probó en 7 ocasiones al arco en todo el partido. El pleito, después de todo, se definió con dos jugadas en el segundo tiempo, que encontraron a la defensa albirroja desordenada y los delanteros desatentos, como ocurrió con Carlos Auzqui.
Estudiantes encaró el partido más decidido que su rival. Tanto que a los seis minutos pudo ponerse arriba en el marcador cuando Mendoza recibió un pase dentro del área y definió cruzado por arriba del travesaño.
Lo Celso contestó con un disparo desde afuera que se fue muy cerca del arquero de Hilario Navarro, anunciando un duelo de ida y vuelta.  En plena disputa de protagonismo, el equipo de Milito se puso en ventaja con un cabezazo de Damonte, quien luego de un córner aprovechó la cortina de sus compañeros para chocarse la pelota a la altura del área chica.
Con la diferencia a favor el partido creció en intensidad y la seguidilla de faltas le dio lugar a las primeras tarjetas.
Con el correr de los minutos, obligado a revertir el resultado, Central pudo dominar la pelota y fue claramente más vertical en su juego, buscando siempre el pase entre líneas para ganar en las espaldas de los jugadores del Pincha. Esto fue lo que ocurrió con Jonás Aguirre, muy bien habilitado por Villagra, quien logró ingresar en diagonal al área para capturar la asistencia y definir ante Hilario Navarro, quien con los reflejos intactos evitó el empate.
En la parte final ninguno bajó la intensidad. Sin embargo Estudiantes, que no se caracteriza por ser un equipo ordenado y prolijo en la marca, sufrió el juego atolondrado de Auzqui, quien perdió una pelota cerca del área provocando un ataque letal de José Luis Fernández, que contó con la complicidad de Hilario Navarro en el remate.
Seis minutos después, el equipo de Coudet aprovechó otra pérdida del Pincha para definir cruzado ante un remarte que llegó desde la derecha y desplomar todo lo que había construido Estudiantes hasta ese momento.
Si bien el Pincha luchó hasta el final, empujando con centros y pelotas paradas, la realidad es que el planteo no fue el acertado, ya que Luciano Acosta (como lo había sido Mendoza en el clásico) ingresó desde el banco para cambiarle la cara al equipo cuando ya era tarde.
Estudiantes, al fin de cuentas, murió con las botas puestas: se aferró al juego asociado; tuvo mejor posesión y quedó eliminado.
Rosario se adueñó del resultadismo que durante cinco décadas bañó de gloria al León de La Plata.


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