domingo, 17 de abril de 2016

 

Isla paulino en peligro


Santuario de vida natural, recurso turístico de belleza tan notable como singular y fuente de trabajo para tradicionales familias de productores, la isla Paulino es acechada por una amenaza silenciosa e implacable. La erosión costera, amplificada por el ocasional paso de barcos de gran porte, carcome la ribera del enclave insular berissense y sus habitantes reclaman con urgencia el inicio de obras de contención prometidas pero nunca concretadas.
Comprendida entre el Río Santiago, el Río de La Plata y el canal Santiago, que a lo largo de tres kilómetros conecta el Plata con el dock central del Puerto, la isla Paulino tiene una veintena de kilómetros cuadrados. Paradójicamente, el canal que hace 130 años le dio origen, al separarla del continente, hoy se está cobrando parte de su territorio.
Los isleños aseguran que a la erosión natural de más de un siglo de tormentas, sudestadas, dragado y tráfico naviero se sumó en los últimos tiempos, como una suerte de golpe de gracia a la línea costera, el paso de buques de calado inusual al influjo de la nueva Terminal de Contenedores.
“Ya se desmoronó una casa antigua que estaba junto al agua”, revelan; “no se puede hacer una megaobra como la Terminal sin antes pensar en una defensa costera para los lugares afectados. Estamos en un territorio alcanzado por normas de legislación ambiental y de protección del patrimonio, pero además en un lugar donde viven familias”.
Un isleño explicó a este medio que “el sector más complicado es el segmento que va desde la escuela de Isla Paulino (actualmente base del CEF Nº 67 de Berisso) hacia lo que se denomina “Las Tres Bocas” (en sentido a Berisso, ver gráfico), donde hay varias casas a un paso del derrumbe”. En ciertos tramos, incluso, “hay una tasa de erosión de más de 2,30 metros por año”, aunque el promedio de desgaste costero en la isla ronda los 0,76 metros anuales.

Nucleados en el grupo “Isleños de pie”, que cuenta con centenares de adhesiones en las redes sociales, muchos de los habitantes de la Paulino se movilizan desde hace tiempo para lograr el objetivo común. El año pasado, consiguieron que el Consorcio de Gestión del Puerto anunciara que se construiría un “tablestacado”, tal como se denominan las defensas conformadas con piezas que se clavan en el terreno, unas junto a las otras, formando cercos o muros.
Este recurso ya se utilizó en la ribera norte del canal de acceso a la estación fluvial, sobre la isla Santiago -de jurisdicción ensenadense-. Pero mientras esa costa es accesible por vía terrestre, a la otra sólo se puede llegar por agua; el transporte y el hincado de las tablestacas requiere allí el uso de maquinaria especial.
La iniciativa oficial preveía erigir la defensa costera, a lo largo de unos doscientos metros aledaños con la escuela de la isla, con placas de hormigón armado colocadas cada tres metros y tensores metálicos; luego, construir un nuevo muelle con refugio para los pasajeros de las lanchas, una pasarela metálica y una rampa para embarcaciones para acotar los desmoronamientos y generar a un paseo atractivo para el turismo.
Esta obra, con una financiación de unos diez millones de pesos, aún no se concretó.
La paulatina erosión hizo que, con los años, el canal de acceso al Puerto se ensanchara notablemente: “Cuando nació el Puerto la medida del canal era de 90 metros (de ancho), hoy tiene 300 metros. Es que fue concebido para embarcaciones a vela o vapor y hoy entran desde porta contenedores hasta petroleros”
En temporada baja en la isla viven unas 40 personas, pero en época estival son más de un centenar, ya que la mayoría tiene casas de veraneo. Además, cada fin de semana llegan unos 2.000 visitantes a pasar el día.
Daniela Mondelo es museóloga y conoce “al dedillo” los secretos de la isla. Hizo un trabajo historiográfico sobre esta geografía berissense y es la guía que todos los fines de semana revela secretos a los visitantes. “La Isla Paulino nace con el puerto, en el año 1890. Se llama así por el nombre del primer habitante”, explica.
Se refiere al italiano Paulino Pagani, quien se afincó en sus campos para trabajar en la apertura del canal Santiago. Con el correr del tiempo, el lugar comenzó a atraer a familias en busca de descanso y naturaleza, pero también a viñateros, quinteros y floricultores.
“La isla posee patrimonio tangible e intangible. Tiene, por ejemplo, patrimonio arquitectónico de la clase obrera de fines de siglo XIX, son casas centenarias. Y también patrimonio cultural funerario”, detalló Mondelo, y recordó, entre otros hechos, la crecida del río de 1940, que sobrepasó los tres metros e inundó la isla, con un saldo trágico de fallecidos y desaparecidos.
“El pedido de salvaguarda patrimonial está hecho, pero no lo otorgaron todavía. Tenemos la esperanza de contar con el apoyo de la nueva gestión de la Municipalidad de Berisso para que lo aprueben”, dijo la museóloga. Aclaró, a su vez, que la protección de un muro de contención es una necesidad “urgente” y “para toda la isla”. Y remarcó que, de no avanzar con la medida, se estará incumpliendo con las leyes internacionales de protección de los humedales.
Al respecto, Mondelo señaló que por el empuje de “Isleños de Pie” consiguieron que comenzaran una obra de tablestacado frente al sector de Prefectura. “No era la zona más urgente -agregó- pero aceptamos eso porque nos dijeron que de forma simultánea se iba a hacer el otro tramo de la isla, que está corriendo más riesgos”. Sin embargo, esa obra sigue demorada.
Mondelo aporta otro dato que da cuenta del acelere del desgaste costero: “En 16 años la erosión fue de 0,60 metros. Ahora, el promedio de toda la isla, es de 0,76 metros por año”. Es decir que cada 365 días el río carcome de costa lo que antes le tomaba 5.840 días. “Se acrecentó -asegura- porque al entrar las embarcaciones de gran porte generan un oleaje que va socavando la costa como si fuera “una U acostada”.
A veinte minutos en lancha de Berisso, la isla cuenta con más de 200 especies de aves, y rincones virtualmente vírgenes con montes, cañaverales, arroyos, zanjones y bañados. Su economía se basa en el turismo y la producción primaria. Allí se produce miel, uva (para elaborar Vino de la Costa) y ciruela. “El problema es que con estos derrumbes de caminos los productores no pueden pasar de quinta en quinta y los turistas también consiguen acceder para adquirir los productos”, apuntó un isleño.
Como los caminos se socavan también desde abajo, el riesgo de desmoronamiento es constante. “Este año la tradicional Fiesta del Isleño no se hace porque no está garantizada la libre circulación por la peligrosidad del sendero”, dijeron.

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