domingo, 9 de junio de 2019

 

operacion masacre

Un 9 de junio pero de 1956

EL PERONISMO QUE HABÍA SIDO DERROCADO NUEVE MESES ATRÁS POR LA AUTODENOMINADA “REVOLUCIÓN LIBERTADORA” A CARGO DE PEDRO EUGENIO ARAMBURU, INTENTÓ RECUPERAR EL PODER CON LEVANTAMIENTOS ASILADOS EN CAMPO DE MAYO, LA PLATA Y LA PAMPA.

Cerca de las 23, los platenses recorrían las calles céntricas de la ciudad para disfrutar de un sábado por la noche. Algunos elegían el cine, otros preferían tomar algo con sus parejas en la tradicional confitería "La París". La tranquilidad de los vecinos se vio alterada de forma repentina cuando un hombre arrojó una bomba casera en la zapatería Norland, ubicada en 7 entre 49 y 48. Ese fue el inicio de una de las noches que terminó con la llegada del Ejército Motorizado de Buenos Aires y la Aeronáutica.
El estallido fue tan fuerte que las personas que estaban en el cine escucharon la detonación y abandonaron la sala en busca de un lugar seguro, aunque para ese momento de la noche no lo había. Mientras la zapatería ardía en llamas, los rebeldes arrojaron otra botella con material inflamable en la redacción del Diario La Prensa, frente al Jockey Club.
os focos de conflicto se extendían por otros puntos de la ciudad. Tras la explosión, un grupo de civiles se dirigió a las centrales telefónicas “Rocha y Paz”, en 47 entre 8 y 9, para tomar las instalaciones y dejar sin comunicación a toda la ciudad. Los vecinos creían que el desperfecto técnico estaba relacionado con la huelga de los empleados pero la misma se había levantado ese mismo sábado al mediodía. También hubo un intento en la central Tacuarí, en 17 entre 60 y 61, pero la policía logró desactivarlo rápidamente.
A las 0.32, el país empezaba a sospechar que algo estaba ocurriendo. Es que en ese momento, Radio del Estado interrumpió su transmisión para comunicar la Ley Marcial el día domingo 10 de Junio. “Considerando: que la situación provocada por elementos perturbadores del orden público obliga al 120 gobierno provisional a adoptar con serena energía las medidas adecuadas para asegurar la tranquilidad pública en todo el territorio de la Nación, así como el normal cumplimiento de las finalidades de la Revolución Libertadora”, relató el locutor de la emisora del Estado.
Para la medianoche, el tableteo de las metralletas y las detonaciones impidieron que los platenses puedan descansar. El temor fue en aumento a medida que podían percibir que los sublevados se colaban en los domicilios de la zona en busca de un lugar dónde esconderse de la policía y los militares que defendían al Gobierno de Aramburu.
Los focos de combate se propagaron en áreas claves de la ciudad. A las 0.45 los militares rebeldes y los civiles se apostaron en Plaza Rivadavia para atacar con metralletas contra el Departamento de Policía (actualmente funciona el Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires). Los oficiales que estaban en servicio se vieron sorprendidos y solo atinaron a buscar un buen lugar para resguardarse de la balacera ya que estaban mal armados y no había ningún jefe con ellos.
Minutos más tarde, dos tanques se colocaron en posición de ataque y dispararon dos cañonazos, el más fuerte logró tirar abajo la gran puerta de doble hoja y los daños se extendieron hasta el patio del gran edificio de 2 y 51. A pesar de esta ofensiva, los agentes recibieron la ayuda necesaria de sus compañeros que no estaban de servicio y lograron contener la avanzada.
A pesar del intento frustrado, el golpe más importante ocurrió en el Regimiento 7 (Plaza Malvinas).  Para tomar la base, los rebeldes emplearon un ataque por dos flancos del edificio. Bajo las órdenes del coronel Oscar Lorenzo Cogorno, un grupo de civiles llegó por la Empresa Municipal de Tranvías, en 50 esquina 20, e ingresaron al establecimiento militar por el casino de oficiales mientras que otros lo hicieron por las casas de los suboficiales sobre 54.
Dentro del Regimiento, el capitán Morganti sublevó la compañía bajo su comando y detuvieron a todos los militares que se negaron a rendirse, un centinela trató de escapar pero murió en el intento. La plana mayor, por su parte, estaba en el casino bebiendo una copa con sus familiares pero todos fueron detenidos. Cogorno decidió dejar libre a las mujeres y a los niños, quienes fueron a buscar protección a la Catedral.
La toma del edificio fue clave ya que allí estaba la plaza de armas, por lo que los rebeldes pudieron reforzarse con más pistolas y municiones para continuar con los ataques. Con Morganti a la cabeza, los militares sublevados se dirigieron a toda marcha para el Comando de Segunda División de Ejército, que ocupaba la manzana de 55 entre 3 y 4 hasta 54.
En Buenos Aires ya estaban al tanto de los hechos y los refuerzos no tardaron en llegar. Además del armamento de la Infantería de Marina, la Aeronáutica reforzó la seguridad en toda la región aunque la siutuación se iba normalizando. Los rebeldes fracasaron por su mala organización para tomar los edificios policiales y la ayuda que nunca llegó. 
El fin de una noche eterna
La transmisión de Radio del Estado estaba interrumpida y el locutor de turno solo hablaba para informar a la ciudadanía de los focos de conflicto y cómo se iban controlando uno por uno. Sin embargo, el combate en La Plata continuaba aunque no duraría muchas horas más.
Luego de controlar el avance en calle 54, la población se despertó con los bombazos y los estallidos del impacto contra el Regimiento 7, donde quedaba el último grupo de militares sublevados y civiles que querían ponerle un fin a la autodenominada “Revolución Libertadora”.
En el medio de una gran balacera, Cogorno y el resto de hombres que estaban dentro del lugar escaparon por los techos de las casas aledañas. Mientras trepaban los techos, un soldado de infantería arrojó un estanque con líquido inflamable que provocó un voraz incendio. Todos creían que eran los aviones que sobrevolaban la zona pero solo utilizaron sus metralletas.
El intento revolucionario ya estaba controlado, por eso, todas las unidades se congregaron en Plaza San Martín para esperar la llegada del interventor de la Provincia de Buenos Emilio A. Bonnecarrere. Los vecinos que curioseaban por la zona no entendían de que se trataba por lo que algunas se tiraron al suelo mientras que otros trataban de escapar.
Los hechos más terribles ya estaban consumados. Además de los fusilamientos relatados por Rodolfo Walsh en su Operación Masacre, cientos de civiles fueron detenidos en diferentes puntos del país. Los familiares de cada uno de ellos iban a pedir información pero siempre recibían la misma respuesta: “El Presidente duerme”. Sin embargo, la respuesta era falsa porque el propio Aramburu decidió firmar el decreto 10363, el cual ordenaba fusilar a quienes violaron la Ley Marcial. 
Los tres cabecillas que intentaron recuperar el poder tuvieron suerte distinta. Tanto Cogorno como Valle intentaron escapar del país pero fueron detenidos y fusilados por la normativa presidencial, que decidió omitir los juicios que realizaron de forma espontánea en Campo de Mayo.
La mujer de Valle trató de pelear por la vida de su esposo y  se comunicó con el Vaticano para que puedan intervenir en la decisión. El pedido fue escuchado y el Papa Pio XII trató de impedir su fusilamiento pero Aramburu no dio el brazo a torcer. Cogorno fue puesto delante de un pelotón en el destrozado Regimiento 7. En la actualidad, hay una placa en la Plaza Islas Malvinas para homenajearlo.

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